“La vida es inherentemente absurda”
Albert Camus
Un naufragio obliga a Harold y a Bety a convivir durante años en el perímetro de una isla desierta. Del desconocimiento a la creación de un vínculo forzoso, somos testigos de la construcción de un espacio propio, a partir del espacio personal de cada personaje, en procura de la sobrevivencia física y mental. Verónica Perrotta y Pablo Albertoni crearon esta historia tragicómica y resultan ser, además, los mejores actores para interpretar los claroscuros de estos extravagantes seres.
La premisa del absurdo recorre todas las situaciones a las que los personajes son enfrentados, así el humor matiza el fuerte patetismo que define sus existencias. La elección de un círculo como escenografía sitúa a los personajes en un territorio limitado, del que serán únicos habitantes humanos, y en el que desarrollarán su conquista en el intento de una convivencia civilizadora. En la isla la contradicción conduce a lo absurdo y lo impregna todo: el lugar que los protege los aliena, la vida salvaje choca con el vestuario glamoroso al que acceden, el lastre de las correcciones sociales pugna con la liberación de sus propios instintos.
Desde una tabla raza inesperada, los personajes intentan dar sentido a sus existencias y a su nuevo mundo. La ventaja (y desventaja) del punto cero es que todo está por imaginarse. En la construcción del vínculo abundan los conflictos y la creación surge como mecanismo de defensa. El espacio de lo propio adquiere poco a poco sus rutinas, sus costumbres, y hasta un nuevo lenguaje a modo de desesperada necesidad de autoafirmación. Se establece una clara frontera entre el adentro y el afuera. Harold y Bety esperan y esperan a ese alguien desconocido que los venga a rescatar, pero con el tiempo ese agente externo será una presencia amenazante del lugar propio.
La construcción del texto desde el absurdo lo tiñe de una aparente nulidad, pero las que parecen dos vidas sinsentido sólo denuncian el sinsentido de su alrededor. Con diálogos inteligentes y situaciones delirantes Harold y Bety logra en escena equilibrar las tensiones opuestas de la tragicomedia. El director, Ramiro Perdomo, no pierde de vista esa premisa e impone la dureza de lo grotesco en la exaltación de los gestos, los movimientos corporales, los gritos (alaridos). Logra en escena cambios bruscos de atmósfera enfatizando una iluminación de tonalidades fuertes que acompaña los cambios abruptos del estado de ánimo de los personajes. A modo de experimento, como lo hiciera Beckett con Didi Y Gogo, nos queda el observar el correr del tiempo y la espera en estos entrañables personajes.
Texto: Verónica Perrotta y Pablo Albertoni
Dirección: Ramiro Perdomo
En Cartel, Miércoles 21:00 hs. Sala Atahualpa. Teatro El Galpón
Texto: Verónica Perrotta y Pablo Albertoni
Dirección: Ramiro Perdomo
En Cartel, Miércoles 21:00 hs. Sala Atahualpa. Teatro El Galpón
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