Como figuras recortadas a contraluz, Annie (
La directora y dramaturga Verónica Perrota elige presentarlos despojados en su vestuario e invadidos por la evocación sonora del agua, como elemento gestacional, que cae en forma de gotas o se estanca en una piscina. Y es que desde su esencia Annie y Dani son seres frágiles, sin fuerzas suficientes para afrontar una separación.
En la puesta escénica prima la narración frontal de momentos que han dejado marcas profundas en los personajes, sobretodo durante el período de la infancia. La narración aparece como elemento primario, como origen de todo acontecimiento, ya sea teatral o cotidiano y escucharlos es comprender esa fragilidad.
En un ritmo lento, cadente, los personajes reviven en su memoria los fragmentos de los que se compone su historia. Los elementos de la escena, divididos por una línea central (un andarivel), imponen el significado de esa fragmentación al interior de los personajes. Siendo dos personas y una sola, desde la anomalía que trajeron innata, las relaciones que se desarrollan en su micro-mundo no pueden ser otra cosa que también anómalas: el abandono, la muerte trágica de seres queridos, la experimentación médica por parte de un hermano, y hasta el incesto. Para reconstruir las laceraciones provocadas por ese pasado familiar nefasto, Perrota apela al recurso del flashback que en su dramatización devela las impresiones profundas de los personajes.
Desde un aparente equilibrio la directora-escritora sitúa a sus personajes en un (des)esperado punto de quiebre. La desunión física desencadena un intento por restaurar el estado de las cosas, mediante la utopía de concretar un matrimonio como lazo regenerador de aquello que se ha perdido. La pertinencia, la necesidad de sentirse contenido es lo que se persigue y no se logra, haciendo explotar la angustia.
En el transcurso del texto se descubre que el dolor de Annie no es meramente físico. En ese pasado un quiebre emocional la ha separado de su hermano Dani hace mucho tiempo y es imposible de restaurar. Aún siendo un juego de niños, la portadora de la peor quemadura china de la escuela es el personaje ausente responsable de esa distancia. El recuerdo de esa quemadura actúa como multiplicador de las ausencias que rodean y definen a los personajes: la de su individualidad, de sus figuras paternas, de sus amores platónicos, de su hermano alejado por la distancia.
El texto parte de una anécdota original y crea con pocos elementos un mundo extraño e íntimo para sus personajes. Un universo donde el dolor lo atraviesa todo y es la lógica que rige las relaciones. Quemadura China fue estrenada en la sala de Agadu el 8 de junio de 2006 y ha sido presentada en dos ciclos en Montevideo, en algunas ciudades del interior del país y en festivales en Argentina. Ahora puede volver a disfrutarse todos los domingos de octubre en el Teatro La Sala, de la ciudad de Las Piedras.
Texto y Dirección: Verónica Perrotta
Links:
http://www.montevideo.com.uy/quemadurachina/
http://www.teatrolasala.org/
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