30 de noviembre de 2007

Harold y Bety: Diálogos solitarios

“La vida es inherentemente absurda”
Albert Camus
Un naufragio obliga a Harold y a Bety a convivir durante años en el perímetro de una isla desierta. Del desconocimiento a la creación de un vínculo forzoso, somos testigos de la construcción de un espacio propio, a partir del espacio personal de cada personaje, en procura de la sobrevivencia física y mental. Verónica Perrotta y Pablo Albertoni crearon esta historia tragicómica y resultan ser, además, los mejores actores para interpretar los claroscuros de estos extravagantes seres.

La premisa del absurdo recorre todas las situaciones a las que los personajes son enfrentados, así el humor matiza el fuerte patetismo que define sus existencias. La elección de un círculo como escenografía sitúa a los personajes en un territorio limitado, del que serán únicos habitantes humanos, y en el que desarrollarán su conquista en el intento de una convivencia civilizadora. En la isla la contradicción conduce a lo absurdo y lo impregna todo: el lugar que los protege los aliena, la vida salvaje choca con el vestuario glamoroso al que acceden, el lastre de las correcciones sociales pugna con la liberación de sus propios instintos.

Desde una tabla raza inesperada, los personajes intentan dar sentido a sus existencias y a su nuevo mundo. La ventaja (y desventaja) del punto cero es que todo está por imaginarse. En la construcción del vínculo abundan los conflictos y la creación surge como mecanismo de defensa. El espacio de lo propio adquiere poco a poco sus rutinas, sus costumbres, y hasta un nuevo lenguaje a modo de desesperada necesidad de autoafirmación. Se establece una clara frontera entre el adentro y el afuera. Harold y Bety esperan y esperan a ese alguien desconocido que los venga a rescatar, pero con el tiempo ese agente externo será una presencia amenazante del lugar propio.

La construcción del texto desde el absurdo lo tiñe de una aparente nulidad, pero las que parecen dos vidas sinsentido sólo denuncian el sinsentido de su alrededor. Con diálogos inteligentes y situaciones delirantes Harold y Bety logra en escena equilibrar las tensiones opuestas de la tragicomedia. El director, Ramiro Perdomo, no pierde de vista esa premisa e impone la dureza de lo grotesco en la exaltación de los gestos, los movimientos corporales, los gritos (alaridos). Logra en escena cambios bruscos de atmósfera enfatizando una iluminación de tonalidades fuertes que acompaña los cambios abruptos del estado de ánimo de los personajes. A modo de experimento, como lo hiciera Beckett con Didi Y Gogo, nos queda el observar el correr del tiempo y la espera en estos entrañables personajes.

Texto: Verónica Perrotta y Pablo Albertoni
Dirección: Ramiro Perdomo

En Cartel, Miércoles 21:00 hs. Sala Atahualpa. Teatro El Galpón

19 de noviembre de 2007

Entrevista con Santiago Sanguinetti y Yamandú Fumero directores de Limbo

LA EXPERIMENTACIÓN EN LA BUSQUEDA DE LA PROPIA VOZ
Santiago Sanguinetti (22) y Yamandú Fumero (24) son los directores de Limbo, obra invitada por el Teatro El Galpón y ganadora del proyecto MEC 2007. Ambos cursan 4º año en la EMAD y forman parte del grupo Efímero Teatral Sapere Aude. Entretablas conversó con los autores sobre su primer obra en cartel, la dramaturgia joven y la búsqueda de espacios de expresión.
¿Cómo surge la idea de escribir Limbo?
Santiago Sanguinetti_ Nace a partir de poemas míos que escribí cuando tenía 18 años. A los 20 años quise empezar a escribir una obra de teatro y la única materia que tenía eran esos poemas que me habían marcado mucho.
El limbo es un espacio indefinido, cuestionado, que los propios católicos no saben si existe...¿por qué escenificar ese espacio?
Santiago_ Fue interesante enterarme después de escribir la obra que la propia Iglesia había suprimido el limbo, pero eso fue una casualidad posterior. La idea básica fue tomar al limbo como una metáfora del tiempo estancado y de la eternidad de un momento. Ese espacio busca ser una especie de alegoría de los tiempos que corren. Es decir, del poder de las imágenes y de todo lo efímero, que se asocian al concepto de posmodernidad. El estar siempre acribillado de imágenes no te deja tiempo de procesar nada y eso hace que muchos hablen del fin de la historia. Me interesó plasmar en el texto el poder del instante, el poder del momento. Eso lo quisimos llevar a una metáfora, no diría religiosa, pero con cierto contenido litúrgico. Limbo maneja sobretodo la idea de lo que nunca cambia, de lo que siempre es así. En el caso del hoy podemos decir que todo es presente, todo tiene las fuerza del ahora. Quisimos reflejar la profunda dificultad del cambio en el tiempo, la problemática que tenemos para llegar a un mañana que nos deje algo profundo.
En los diálogos de los personajes aparecen muchas preguntas de corte filosófico, grandes cuestiones que muchos estudiosos se han planteado y siguen sin respuestas ¿Eso responde a alguna formación fuera de la EMAD?
Santiago_ Ambos estudiamos literatura. Algunos compañeros del IPA que vieron la obra me dijeron que se nota que está escrita por un estudiante de literatura, por los distintos nexos que tiene con otras obras literarias. Por ejemplo hay menciones escondidas al Arcipreste de Hita del S. XIV en el parlamento de la muerte: “Muerte, muerta seas, muerta y malandante es un pasaje del Libro de Buen amor y tiene otras citas que son guiñadas para el que lo sepa descifrar. En ese sentido manejábamos en los ensayos la idea de un teórico que dice que una obra tiene que ser creada pensando en el espectador, para un ciego, para un sordo, para un niño y para Borges, como el hombre que se leyó todos los libros.
Yamandú_ Limbo es una obra muy literaria, con textos muy poéticos y el desafío para nosotros fue cómo teatralizarlo, cómo llevarlo a la acción. Hay escenas en que los textos son largos y muy poéticos y el desafío fue buscar un contraste para que fuera más teatral.
¿Cómo fue esa búsqueda en los ensayos?
Yamandú_ Fue en base a la experimentación. En eso tiene mucho que ver el rol de los actores. En nuestro caso también actuábamos y estábamos en dos planos. La obra fue surgiendo mediante juegos y cambios entre los dos, más que nada de la improvisación.
¿La idea de incluir a los dos músicos en la escena surge de esa experimentación?
Santiago_ No estaban pensados en el texto original, pero después de haber reflexionado vimos que la música le podía dar más entrada a aquella gente que le pudiera chocar un texto hermético por momentos. Creímos que los músicos podían ayudar a crear climas que el texto no sugería con facilidad.
Yamandú_Otra cosa que incluimos para tratar de contrastar con lo poético fue el humor. Buscamos algunos momentos de absurdo-comedia en los personajes de Pos e Ishta.
Me mencionaron que los personajes que interpretan ustedes, Pos e Ishta, fueron incluidos más tarde en la creación de la obra. Justamente cada vez que intervienen generan un quiebre notorio, introducen la duda y el humor ¿por qué un personaje narrador y otro que representa a la muerte?
Santiago_ Peter Brook en una escena del documental Brook por Brook mira a la cámara y dice: “uno de los momentos más interesantes en el cine es cuando el actor mira directamente a la cámara y no se explota y para mi es uno de los momentos más mágicos que hay.” En el teatro cuando un actor le habla al público también es uno de los momentos que me gustan mucho. Pos te cuenta una historia, pero te está diciendo que es teatro y que vas a compartir un momento y te lo dice mirándote a la cara.
Yamandú_ Eso diferencia al hecho teatral porque en el cine el momento ya está filmado, pero en el teatro es ese día, en ese momento y te estoy hablando a vos.
Santiago_ El personaje de Pos, el narrador, nace por un deseo de explorar eso y además por el temor de que quizás la historia no quedara tan clara. Hay parte del desarrollo que en la obra la escondemos constantemente, pero ayudamos a develarla con el programa al final, con esos recortes de diario en donde cada uno puede entender lo que quiera. El personaje del narrador tira líneas de interpretación como para que sea un poco más entendible. Reconozco que a veces puede ser un poco reiterativo con respecto a lo que pasa.
Con respecto al personaje de Ishta veo que las personas que viven en ese limbo se preguntan muchas cosas y no saben para dónde van, y aparece el personaje de la muerte que las trataría de conducir...
Santiago_ Y no sabe a cuál llevarse.
De alguna manera introduce una nueva duda...
Yamandú_ A su vez él tampoco es la muerte. En el texto se va descubriendo que es la historia de una familia y que todo es un juego. Los personajes están tan aburridos que juegan a que los vengan a buscar.
Santiago_ En la historia de fondo hay una familia formada por un padre y tres hermanos. Ellos mueren y quedan en ese lugar repitiendo esos primeros errores. Como la muerte no los ha venido a buscar juegan permanentemente. Las hermanas son las que hacen dudar a la muerte. La obra es ese juego. Por momentos no queda claro, y me gusta que no quede claro, que las dos hermanas y Pos son tres hermanos con otros nombres.
Entonces el hecho de dar el programa al final está predeterminado para que el público no llegue con esa información previa.
Santiago_ Sí, y tiene que ver además con el tiempo de la obra. Me gustan las obras que empiezan antes de ese apagón mágico. Que el personaje te espere antes de entrar es como la bienvenida al momento donde se va a compartir algo, y el entregar los programas al final es como que te llevás la obra un poco contigo, y la seguís reconstruyendo una vez que te vas.
¿Tuvieron alguna influencia del trabajo de otros dramaturgos al crearla y al llevarla a escena?
Santiago_ En esta obra específica no, pero la escribí siguiendo el consejo de un autor chileno que me encanta, Marco Antonio De la Parra, que en Cartas a un joven dramaturgo dice que todo dramaturgo tiene que experimentar hasta encontrar su propia voz. Yo creo que no volvería a escribir una obra como Limbo, de hecho he escrito otras que son bastante diferentes. Limbo no tiene una influencia directa de un autor dramático pero sí sigue ese consejo de tratar de encontrar la propia voz dramática.
¿Cómo surge la posibilidad de presentarla al proyecto del MEC?
Santiago_ Al principio íbamos a hacer la obra en el teatro del Mercado de los artesanos y lo clausuran por riesgo de cortocircuito. Después pensamos hacerla en el Mincho Bar y a poco tiempo de estrenar nos enteramos que en el Mincho no hay ninguna de las habilitaciones necesarias para hacerla. Luego la íbamos a hacer en el Espacio Cultural del Mercado de la Plaza Cagancha pero fue difícil de conseguir. Entonces Coco Rivero, nuestro profesor, nos dijo que iba a salir este proyecto para obras que ya estuvieran armadas y la presentamos. Ahora la estrenamos en la sala dos del Teatro El Galpón el 20 de octubre y va a estar hasta el 16 de diciembre.
¿Cómo han recibido las reacciones del público ?
Yamandú_Es una obra muy especial, o te gusta o la odias.
Santiago_ Tuvimos personas, en alguna función, que estaban en la primera fila y cuando Yamandú en una escena gritando dice: “¡Basta! Se acabó” y todo queda en silencio...se escucha que una señora dice: “qué manga de locos”. Y Yamandú sigue su parlamento y dice: ¡Basta se acabó!, otra vez, y la señora dice: “si, menos mal que se acabó”.
Yamandú_ Los silencios de la obra provocan cosas. En un momento de la obra hay un silencio largísimo, como de tres minutos, y escuchamos a una señora que decía: “Se incendia Rodolfo, hay velas, nos vamos a morir todos”.
Santiago_ Por otro lado, en la obra me pregunto y hablo sobre la vida, y luego pienso que le estoy hablando de qué es la vida a gente de 80 años y yo tengo 22.
Pero me parece que la obra más que explicarte qué es la vida te traslada la pregunta...
Yamandú_ Sí, creo que no está tan marcada, pienso que te dispara ideas.
Santiago- Me pasó con una profesora de francés con muchos conocimientos teóricos que me dijo que el texto tenía mucho de Sartre, y yo no lo leí para hacer esta obra. Creo que lo que uno escribe luego lo sobrepasa y queda la interpretación personal del que sabe más y la disfruta más.
Desde la generalización tan mencionada de teatro joven, donde las puestas por lo general son muy fragmentadas, me llama la atención que la suya apele a un plano fijo. ¿Cómo ven ustedes a ese teatro llamado joven, se sienten parte de un grupo?
Santiago_ Eso que mencionás sobre lo cambiante, nosotros lo quisimos reflejar sobretodo en el texto. Lo que hicimos diferente fue mostrarlo en el texto, donde hablamos permanentemente del clip, lo light, de que todo pasa sin dejar nada sólido y sin embargo, estamos fijos todo el tiempo ahí en escena.
Yamandú_ El texto es laberíntico. Se dice lo mismo pero por diferentes caminos todo el tiempo.
Santiago_ Yo no sé hasta qué punto conviene hablar en términos de teatro joven, quizás tenga que ver con la sensibilidad de cada uno. Yo jamás hubiera hecho Limbo un ritmo vertiginoso en escena porque tiene que ver con nuestra sensibilidad y con el tipo de historia que queríamos contar.
Yamandú_ Y lo hicimos escapando a lo impuesto por el teatro joven que es muy institucional. Te dan un espacio, pero no podés dedicarle tiempo. Estuve trabajando en esas condiciones y tenés que llegar, armar rápido tus cosas, terminás y te vas y entonces son otro tipo de obras, no te podés instalar. Limbo requiere tener tiempo para generar climas. En teatro joven tenés que hacer obras que montás y desmontás en quince minutos, te dan la sala pero hay facilidades que no te las dan.
Santiago_ Con esta obra en particular, no estamos siguiendo ese camino de lo dinámico, que para mi está buenísimo y me sirve para pensar en futuras experiencias. No sé hasta qué punto el público de este tiempo está preparado para silencios enormes como los de Limbo. En algún silencio hemos escuchado: “¡por favor!” Además al ser una propuesta de jóvenes tal vez la gente ya se acostumbró a un dinamismo propio de la época y esperaba ver eso.
Yamandú_ Los silencios de Limbo son para provocar al espectador y están bastante medidos. Quizás en otras obras de teatro joven se busca también provocar, que está bueno, pero a veces no explican por qué provocan. Se hacen puestas para provocar y se provoca de quince formas diferentes y eso bueno si es justificado, y si la obra lo amerita.
¿Van a seguir con otras obras, como una especie de compañía?
Santiago_ La idea es seguir, ya tenemos algunas obras en vista.
¿Estás en la escritura de otros textos?
Santiago_ Si, este año por suerte otra obra que se llama Esquizofrenia recibió una mención honorífica en el concurso de la IMM y también gané una mención honorífica en el premio anual de literatura y una mención de COFONTE con Fuga de ángeles, que es mi segunda obra, mucho más carnal que Limbo.
¿Cual es su percepción del teatro que se está haciendo ahora, no del teatro joven sino en general?
Yamandú_ Veo una obra buena cada tanto en cartel y otras con las que no comparto el estilo. Veo que el teatro nacional no está en su mejor momento. Proporcionalmente con tantas obras en cartel sólo una obra no es un buen resultado.
Santiago_ Yo pienso que este año Gatomaquia me partió la cabeza. Lo que hace Calderón también me llega.
Como jóvenes que recién empiezan ¿cómo perciben la generación de espacios de expresión?
Santiago_ Nosotros pasamos por muchas peripecias con Limbo para intentar estar en algún espacio, pero de todas formas pienso que cada vez hay más, al menos recibo noticias de espacios teatrales que se abrieron. En relación a la población hay mucha gente que hace teatro y muchos espacios y oferta. Esto que el MEC hizo con El Galpón y El Circular lo va a abrir a todos los teatros afiliados a FUTI (Federación Uruguaya de Teatros Independientes).
Yamandú_Está bueno que haya iniciativas nuevas y que tengan estos apoyos, porque sino se trunca ese impulso, y con el apoyo se va para adelante.
Santiago_Creo que hay algo en ebullición que está buscando un lugar y cuando algo está bueno eso también llama a los lugares.

Limbo: La resistencia de lo eterno

“Dudar sobre la vida es estar más vivo que nunca”
Grupo Efímero Teatral Sapere Aude
El limbo es un espacio y un tiempo, sin espacio y sin tiempo. Es el lugar de lo indefinido, lo que no está en ninguna parte, lo que vaga sin rumbo fijo, y es el tiempo que no pasa, que se repite infinitamente hasta convertirse en eterno. La obra dirigida por Santiago Sanguinetti y Yamandú Fumero nos sitúa frente a esa frontera vacía, en un plano que es fijo, que no evade la mirada sino que la concentra y que, siendo creación de dos artistas jóvenes, no apela en la puesta a lo fragmentario sino a lo permanente.
Dos personajes, Señorita Vodka y Señorita Margot, habitan en este espacio lúgubre donde las dudas y las preguntas existenciales abundan: ¿están vivas o están muertas? Aparentan vivir en una pena eterna, extraviadas, abandonadas, sin definición ni destino. El encontrarse en un no lugar no les permite definirse ni identificarse, por tanto se desconocen mutuamente.
Pararse desde el limbo para escribir un texto teatral parece ser un acto de rebeldía o, mera coincidencia. La existencia del limbo ha sido cuestionada por la propia Iglesia católica y su actual Papa Benedicto XVI. A su vez, escenificar el reino de lo inmóvil es una postura creativa que corre en contra de la actual era del zapping que invade casi el cien por ciento de los planteos estéticos del teatro joven. Coincidencia o no la puesta provoca al espectador desde su propio título.
En Limbo la escena se inunda de hojas secas que tornan el ambiente de un color ocre. Las tenues luces de unas pocas velas iluminan lo necesario y dejan asomar el peso de las penumbras. Una casa derruida es el signo de lo presente, de lo que vemos y seguiremos viendo constantemente como lastimoso tiempo actual. En ese presente se mezclan las angustias del tiempo pasado y también las que provoca un futuro que se espera, pero que nunca llega. Los personajes y los músicos que habitan en ese sitio lucen el tono de lo caduco y la pena eterna que los invade surge de los rostros y los sonidos que emiten.
Un diálogo entre Señorita Vodka y Señorita Margot se repite invariablemente en la búsqueda de un nuevo destino y de una explicación a sus existencias (o no existencias) Otros dos personajes, Pos (narrador) e Ishta (¿la muerte?), irrumpen en su rutina para encaminarlas quizás hacia otros rumbos más oscuros. Esos quiebres sólo generan más dudas. Entre los cuatro personajes se establece un gran juego de preguntas existenciales que parecen nunca encontrar respuesta.
Limbo recrea un tiempo y espacio alterno desde el que se cuestiona lo real. Con un texto, por momentos, excesivamente poético, provoca desde la propia escenificación del espacio, sin necesidad de más palabras. La obra, que es espectáculo invitado en el Teatro El Galpón, recibió una Mención Honorífica en el Concurso Literario Municipal 2006 y fue ganadora del Proyecto Mec Programa 2007.
Texto: Santiago Sanguinetti
Dirección: Yamandú Fumero, Santiago Sanguinetti
Teatro: Sala Dos Teatro El Galpón
En cartel sábados 21 hs y domingos 19:30 hasta el 16 de diciembre.

7 de noviembre de 2007

Tercer Coloquio Internacional de Teatro

Del viernes 9 al domingo 11 de noviembre se realizará el Tercer Coloquio Internacional de Teatro, organizado por el Dpto. de Teoría y Metodología Literarias de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad de la República)

El viernes 9 de noviembre la sede será en la Facultad de Humanidades y el sábado y domingo en las salas Atahualpa y Cero del Teatro El Galpón. Participarán muchos visitantes internacionales, entre ellos, Ricardo Bartís y Jorge Dubatti.

La entrada es libre y las inscripciones son gratuitas. Pueden hacerse en el Institutode Letras de la Facultad (Magallanes 1577, o al tel. 402 80 53), de 9 a 12hasta mañana jueves, o enviando nombre, documento y filiación a coloquio3inscripciones@gmail.com

Para informarse sobre el programa completo se puede visitar la página www.fhuce.edu.uy/coloquioteatro3

4 de noviembre de 2007

Antes/Después: Las transformaciones del tiempo

Desde el 10 de agosto y hasta el 29 de setiembre la Compañía Complot presentó en el teatro Stella de Italia su obra Antes/Después (del alemán Roland Schimmelpfennig) celebrando los 30 años del grupo teatral La Gaviota. La intención explícita de la puesta fue enfrentarse al riesgo, palabra que para el grupo dirigido por Calderón e Inthamoussú, ya no es novedad. La elección del texto de este dramaturgo alemán a modo de homenaje respondió a una necesidad: representar el peso del tiempo que pasa.

El tiempo deja entrever sus sedimentos: en escena aparecen tópicos que ya son recurrentes en las obras de Complot. Por tanto, forman parte de una visión del mundo, de la representación, y de una ideología escénica que la compañía viene conformando con el trabajo de sus directores aún antes de su creación. La utilización de todo el espacio teatral como escena, donde los actores están repartidos por todas las esquinas del Stella cuando ingresa el público a sus butacas, quiebra las distancias, acerca y compromete. La puesta apela a un espectador activo, así lo vimos también en Morir, Protect Me y Las Nenas de Pepe. Lejos de ser una simple coincidencia es una elección estética y ética.

La inclusión de coreografías grupales, con el trabajo reconocible de Inthamoussú, marca la importancia que el grupo otorga a la presencia de lo corporal como forma de expresión. En este caso el cuerpo físico actúa como evidencia de los efectos del tiempo. Al inicio y al final, la presencia de Júver Salcedo interpretando a una mujer de más de setenta años que no enciende la luz para no ver las transformaciones de la vejez en su cuerpo, es la encarnación pura del tiempo que corre.

En la búsqueda de un espacio de representación múltiple los directores utilizan proyecciones audiovisuales, otro lenguaje también recurrente e imbricado en lo puramente teatral, quizás como influencia directa del cine y la televisión en la formación de la mirada autoral. En la exploración de ese mundo mediático como fuente y herramienta expresiva se plantea una visión fragmentaria de la realidad. Schimmelpfennig en su texto narra la historia de múltiples personajes que se encuentran en un mismo hotel, y presenta de forma consecutiva un total de 51 escenas breves sobre hechos que les ocurren. Algunos personajes aparecen en más de una oportunidad, pero la sucesión de diálogos y monólogos se recibe de forma caótica, a modo de zapping televisivo.

Del caos al vacío. Ese planteo escénico seguramente haya disparado de antemano el riesgo que Complot se propuso para esta obra. Se da, además, un claro vínculo entre la voz de este dramaturgo alemán y las ideas que Calderón ha querido transmitir en sus obras propias (Las buenas muertes, Mi muñequita, Uz El Pueblo): en todos los casos se habla de un desorden que se representa, que puede terminar en una sensación de vacío para el espectador.

Calderón disertó en el I Coloquio Nacional de Teatro acerca de este aparente vacío de contenidos en la dramaturgia joven: “El mundo de hoy nos bombardea con temas todo el tiempo, nuestro cerebro, o por lo menos el mío, sufre una ametralladora de temas que le es imposible retener. (...) Por eso creo, que esta generación hace más referencia a esa erosión, a una incapacidad de hablar profundamente de temas, o a una capacidad aparente de hablar profundamente de diez temas en diez minutos.”(1) En esa fragmentación temática y en la estructura caótica de representar las experiencias se construye un lenguaje autoral propio, una mirada del mundo y una concepción teatral que busca generar en el espectador una provocación. En ese camino sólo se espera que el riesgo y la provocación sigan siendo una visión propia, y que estos objetivos no caigan en facilismos o clichés que le hagan perder su esencia.

Lejos del aparente vacío que sobrevuela las historias de Antes/Después, como el título lo marca, lo que las conecta son las transformaciones que provoca el tiempo, en un antes y un después de enfrentarse a una decisión. Con el tiempo se generan los cambios y se construyen las trayectorias, ya sea en treinta o en dos años, o de un segundo al otro.

(1)Mirza, Roger (ed.), Teatro Rioplatense. Cuerpo, palabra, Imagen. Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de la República, 2007. Pág.367

Texto:
Roland Schimmelpfennig

Dirección: Gabriel Calderón y Martín Inthamoussú

Teatro: Stella de Italia. En cartel hasta el 29 de setiembre.