31 de enero de 2008

Un hombre bueno en una historia terrible: Los testigos silenciosos

El elenco, bajo la supervisión de Elisa Contreras, realizó esta adaptación libre de dos obras de Florencio Sánchez: Nuestros hijos y Los derechos de la salud. Ambas piezas poseen un hilo conductor claro: los secretos a voces de típicas familias burguesas de comienzos del S XX. En un escenario armado para esta representación, casi oculto en el primer piso del Palacio Salvo, el director Mario Ferreira logró escenificar estas historias familiares acalladas, a la vista de actores y público como testigos silenciosos.

El interés de Florencio Sánchez en escribir sobre los dramas cotidianos hace que estos textos de comienzos del novecientos no nos parezcan tan lejanos. Ferreira los acerca aun más al construir un ambiente íntimo, de cercanías físicas y emotivas, respetando el naturalismo típico de la dramaturgia de Sánchez. La escenografía y el vestuario son austeros, algunos pilares de diarios desordenados servirán de butacas para los actores. Sus presencias, silenciosas, no abandonarán nunca el espacio escénico. Mientras se desarrolla la acción entre algunos personajes, los demás se mantendrán pasivos, sentados, callados, pero presenciando lo ocurrido. Más allá de los diálogos, su silencio profundo (sólo quebrado por algunos momentos de música) materializa la sensación de lo forzosamente oculto.
En la búsqueda de una continuidad entre el público y la acción, las butacas se encuentran a los lados del escenario, enfrentadas, con la disposición de un tribunal que también observa y juzga. Las miradas se centran en la escena, pero se cruzan de lado a lado, de modo que todos los presentes están a la vista. La parilla de luces cambia estratégicamente su ubicación superior tradicional, para iluminar a los personajes desde los costados con una fuerte luz blanca que los apuntala, remarcando la posición del acusado que testifica. En los diálogos la reflexión es sobre los derechos, en los que todos están incluidos. Ferreira logra una puesta que sigue la búsqueda de esa universalidad añorada en los textos de Sánchez.
En ambas obras existe un elemento disfuncional al interior de la familia clase media: la joven embarazada fuera del matrimonio y la esposa portadora de una enfermedad incurable. Ambas siembran el desequilibrio y despiertan los prejuicios del mundo exterior, mientras añoran desesperadamente la protección. El trabajo actoral desplegado por Alejandra Wolff (la esposa enferma) y Sandra Américo (la joven embarazada) está cargado de una contundente dureza emotiva y alcanza la representación exacta de ese desequilibrio. Los acercamientos y contactos físicos hacia estos personajes se polarizan entre los puñetazos y el abrazo protector. Y es que en el planteo, donde el cuestionamiento del statu quo está en la base de sus situaciones personales, las decisiones individuales juzgarán hacia qué polo afiliarse.
En ese proceso de enjuiciamiento otro testigo omnipresente ocupa el rol de espejo de la realidad y de la mirada externa: la prensa. En Nuestros hijos las noticias policiales despiertan la reflexión del padre de familia sobre la nueva situación social de los hijos nacidos fuera del matrimonio, y en la puesta escénica -como pilares- los diarios organizan y rigen el movimiento de los personajes. No azarosamente el programa es un símil de un diario capitalino que en su interior contiene noticias sobre la discusión del aborto y la eutanasia, conflictos sobre los derechos a la maternidad y a la salud de nuestra época.
El director cuida todos los detalles y así alcanza una puesta comprometida con el texto original. Un hombre bueno en una historia terrible vuelve a demostrar que Ferreira traslada el drama interior de sus personajes a todos los elementos utilizados para la escena, como lo vimos últimamente en Kiev y El viento entre los álamos. Logra así textos escénicos unificados por una visión autoral clara, que entiende la capacidad expresiva y la pertinencia de cada decisión estética.

Textos:
Florencio Sánchez

Dirección:
Mario Ferreira
Reposición: A partir del 29 de febrero en el 1º piso del Palacio Salvo. Viernes y sábados 21 hs. Domingos 19 hs.





15 de enero de 2008

Quitamanchas: Pupilas en la nada, neurosis en la vitrina

De exhibir se trata. Cuatro mujeres que hablan de cara al público y exponen: sus dramas, sus miedos, sus deseos, sus planes, sus frustraciones. La exposición es doble, y un tanto cruel, cuando un piscoterapeuta reafirma y explica (se regodea) en esas desgracias. Las cuatro protagonistas se alternan de pie sobre unas tarimas del escenario, que, como en vitrinas, se colocan a la vista de todos. Desde esa decisión escénica la intención se aleja de una posible compresión de sus relatos, para dejar a los personajes desvalidos, casi desnudos y sin chances para defenderse.
Una influencia almodovariana flota en la escenografía (con diseños coloridos que recuerdan la estética pop) y en la idea que quizá impulsó a Sofía Etcheverry a la escritura del texto. No quedan dudas de que sus personajes femeninos están al borde de un ataque de nervios. Pero a diferencia de las historias filmadas por el manchego, en Quitamanchas la neurosis de los personajes se muestra en un texto escénico distante que no alcanza, en su desarrollo, un involucramiento autoral, ni total ni parcial.
La ambientación y el vestuario retro sólo son un telón de fondo inexpresivo, más allá de “lo cool”. Lo central parece ser el discurso de las mujeres que entran y salen a escena que, contradictoriamente, toma y pierde su valor desde la verborragia. El discurrir de sus relatos se ve truncado en varias oportunidades por las acotaciones al margen del psicólogo, que en tono de burla e ironía les resta importancia. Como un respiro, varias coreografías también interrumpen las narraciones y además de incorporar la infaltable presencia corporal del teatro joven, intentan ser una extensión de la neurosis representada.
En un recorrido por los diferentes roles femeninos estigmatizados se entreteje una relación familiar conflictiva entre madres, abuelas y hermanas. En la ficción representada fluye una simulación: una sesión de terapia en la que el público ocupa el lugar del “que escucha”. En la propuesta central de escuchar al otro la puesta falla y se debilita: titubea entre un acercamiento y una toma de distancia, sin saber hacia cual de los dos polos dirigirse.
El desplazamiento físico de los personajes hacia las butacas donde interpelan directo al público y los cuatro monólogos con su estilo improvisado conforman las fortalezas de un texto que, sin embargo, muere al arrancar vuelo. Es que en Quitamanchas las pupilas se quedan en la nada y con ganas de ver lo que sigue.
Autora: Sofía Etcheverry
Dirección: Sofía Etcheverry
En cartel hasta diciembre de 2007 en el Teatro del Museo Torres García

4 de enero de 2008

Teatro en enero


El 10 de enero se estrena Las Presidentas de Werner Schwab dirigida por Marianella Morena. La obra estará en cartel hasta el 10 de febrero en la sala Undermovie del Montevideo Shopping, los viernes y sábados a las 22 horas y los domingos a las 20 horas.
El elenco está conformado por Estela Medina , Gloria Demassi y Levón que representan a tres mujeres envejecidas, solas en su pequeño universo, para el que añoran un futuro mejor. Es la primer obra del escultor y dramaturgo austríaco Werner Schwab (1958-1993) y en ella explora la condición de las clases sociales bajas de Austria y el peso del vínculo con el pasado nazi. La obra, irónica y provocativa, forma parte de la serie Dramas fecales en las que incluyó Las Presidentas, Exterminio, Exceso de peso y Mi cara de perro.
La obra trae nuevamente a escena la dirección de Marianella Morena frente a un elenco de actores de gran trayectoria, y es la oportunidad para que Medina y Levón participen de un proyecto por fuera de la Comedia Nacional. Además regresa a las tablas a la actriz Gloria Demassi luego de su alejamiento del elenco oficial a inicios del 2007.