Los álamos no se presentan en la escena, son lejanos. Quizá se ubican a las espaldas del público, como una meta, una posible llegada que nunca llega. En esta obra escrita por el francés Gérald Sibleyras estos árboles se transforman en la esperanza de tres ancianos institucionalizados de alcanzar cierto retorno a tiempos pasados, más libres. No se ven, se imaginan pues representan una gran utopía: son el sostén de sus existencias en declive.
Los tres personajes centrales (Pepe Vázquez, Jorge Bolani y Julio Calcagno) son veteranos de guerra que llevan impregnadas las secuelas de aquella terrible experiencia. Sibleyras filtra entre lo trágico de estos recuerdos situaciones de comicidad inherentes a la propia condición de vejez, que lejos de alivianar las penas dejan entrever la pesada carga que persigue a los personajes. El humor matiza, sólo en parte, una sensación latente de desazón, un lastre que lleva la forma de un uniforme condecorado, un defecto al caminar o un desmayo recurrente que aleja oportunamente de este tiempo y espacio.
El punto de encuentro de los ancianos en la institución es un balcón desde el que observan y son observados, una especie de refugio personal donde paradójicamente están expuestos. La terraza, como nuevo frente de batalla, es la ubicación escénica única que representa su contacto con el mundo exterior. La mirada se dirige hacia el horizonte, pero perdida en la lejanía interpela, desde los personajes hacia el público.
El director, Mario Ferreira, introdujo en su puesta a las espaldas de los actores una pantalla en la que se proyecta un cielo azul y unas nubes que empujadas por el viento revelan el paso de un tiempo que es eterno: el de la espera. Ese viento resopla varias veces en el transcurrir de las escenas, quebrando y moderando la ansiedad por lo que vendrá. En ese manejo temporal el director escenifica con excelencia el tránsito por un camino trunco, que así como avanza, retrocede: el camino de la utopía, el de la espera.
La vejez como momento de espera en el que el tiempo de pensar supera el tiempo de actuar. Día a día los personajes imaginan, piensan en cómo crear un camino hacia otro lugar. En ese camino los álamos los rescatan de su depresión, de su rutina, los hacen olvidar de su enfermedad, de sus miedos. Los actores reafirman ese estado con un despliegue físico admirable, como en la escena de la cuerda que los ayudará a llegar a destino.
Sobre los recuerdos y los sueños El viento entre los álamos rescata el valor de las ilusiones. Ingeniosamente un perro de piedra que acompaña a los ancianos en una esquina del escenario simboliza esa utopía, en un juego ilusorio de movimiento que nos deja con la sensación del puede ser...
Texto: Gérald Sibleyras
Dirección: Mario Ferreira
En Cartel: Teatro del Notariado Jueves 21 hs
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