Ala de criados avasalla por su minuciosa escritura, su extrema lucidez y por una puesta e interpretación a la altura de este texto mordaz. Mauricio Kartun vuelve a indagar (como se pudo ver por Montevideo en El niño argentino) en la estructura de clases y sus ideologías a comienzos del S XX. en la Argentina. Un pasado gestor de una realidad actual quizás no tan distante de aquellos tópicos.
Una diálogo entre Kartun y Veronese trajo a la discusión la dramaturgia de Chéjov. A partir de ese impulso Kartun se vio empapado por el espíritu chejoviano con el que comenzó a escribir este texto, que pronto tomó su propio camino. En la escena una piedra monumental es el centro de las miradas: una carga imposible de remover, estática, siempre presente. Un ambiente de playa, un club de tiro, una clase aristócrata que descansa con aparente indiferencia en algún rincón protegido de Mar del Plata. Un criado, a su servicio, que se instala rápidamente como el eje del conflicto.
Tres primos: Emilito, Pancho y Tatana conversan sobre temas superfluos. Ácidamente compuestos como seres arrogantes, tontos (ellos), fea pero intelectual (ella), parecen ocupar sus sitios desde un status heredado pero no merecido. Pronto, con la irrupción de Pedro Testa -el palomero- el contexto histórico comienza a aflorar. La clase aristócrata huyó a Mar del Plata para refugiarse de las jornadas de huelga de obreros y sindicatos anarquistas y de izquierda, en lo que se conoció como la Semana Trágica en 1919.
Ese hito histórico fascinó a Kartun por su repercusión hasta el presente y a partir de él desarrolló un inteligente vínculo de poderes entre los ricos, su criado y la clase obrera. Desde esa tríada indaga en varios rasgos que entiende conforman la 'argentinidad': la figuración del status, la traición y el engaño.
Pedro Testa, el sirviente, duerme en el ala de criados pero afirma estar allí de paso. Reniega de su condición y se define no como criado sino como cuentapropista. En su juego de seducción, a través de la palabra y las apariencias, se mantiene a la orden de sus patrones a la vez que emocional y políticamente los manipula a su antojo. Según sus propias confesiones utiliza la “engañifa” para subsistir en tiempos revueltos. En una entrevista realizada a Kartun en Página 12 se le preguntó al dramaturgo: “¿Cómo se trabaja en una sociedad que acepta el engaño? Con una angustia muy grande, porque hay que aceptar que la mentira nos domina. Entonces no hay más remedio que pensar que si el engaño es el territorio del poder, cualquier otro territorio que uno construya, incluso el más acotado, sufrirá las generales de la ley.” (1)
Kartun crea con maestría a estos tres jovenes ricos en sus contradicciones, sus flojas y heredadas bases ideológicas y su frivolidad pero con las que, sin embargo, llegan a límites inesperados por conservar su posición. El personaje de Tatana actúa como narradora de toda la historia, por momentos toma distancia y analiza con ironía la condición de sus pares, a la vez que confiesa sus propias debilidades. Juega constantemente con la musicalidad de las palabras (un fuerte en la dramaturgia de Kartun para quien su escritura se conforma de letra y música), incluyendo expresiones en francés, influencias de sus viajes por estudio en Europa. En varios pasajes reflexiona y hace referencia a su disgusto por la metáfora, como recurso retórico inflado y lleno de falsedad. Con acertada ironía en el transcurso de la puesta se convertirá en una abanderada de la poesía, una de las tantas contradicciones que la obra explora. Emilito es chirriante e histérico, la composición de Esteban Bigliardi logra despertar sentimientos contrapuestos de desprecio y ternura en su histrionismo. Pancho es más apocado, pero esconde un secreto velado familiarmente por su incorrección social. El texto traspone con inteligencia el equilibrio de fuerzas entre ambos varones y la mujer, quien termina siendo la más varonil de los tres.
Estos seres patéticos temen (como lo haría su abuelo) a los ácratas y a una posible “invasión bolchevique”. Junto a su criado planifican acciones concretas para boicotear a la fuerza obrera, tan absurdas como asaltar una biblioteca y llevarse como “trofeo”, las obras completas de Emile Zolá, en especial su novela Germinal. Esas acciones teñidas de rasgos infantiles dejan entrever la alusión a un“Tata” (abuelo) omnipresente pero ausente en la escena, oligarca dueño de las tierras y las riquezas, por qué no organizador de las “guardias blancas” de la Liga Patriótica que acometió, apoyada militarmente, contra la lucha obrera. Sus tres nietos, como súbditos, siguen sus palabras, sus dichos, sus ideas, aunque no las sientan o no las comprendan por completo. Mientras tanto, paradojicamente, las palomas encerradas para practicar el tiro mueren pues las balas fueron desviadas a otros destinos.
En la escena más brillante Kartun enmascara a sus personajes que se “transforman” así momentáneamente en sus enemigos rojos, a los que temen y odian con tanto fervor. En una encarnación llena de patetismo, el vestuario se torna en una imagen dura con simples detalles de accesorios rojos, elegidos en su justa medida.
La figura del criado (interpretada brillantemente en sus vaivenes por Alberto Ajaka) alcanza el momento de máxima tensión del texto, en un monólogo cargado de reproches y desmitificaciones que hinca el diente mediante afirmaciones duras en situaciones ocultas, falsas y contradictorias: como su propia condición no asumida. Criado no criado, perteneciente a una clase media incipiente, que quiere alcanzar como utopía el status de su clase patrona.
Ala de criados es un texto solvente, resultado de una investigación y reflexión comprometida sobre la historia y las bases de una sociedad que se sienta aún en aquellos principios. No es casualmente que Kartun escribió esta obra en pleno conflicto del campo en 2008. Sobre los ejes de su historia manifestó en una entrevista al Suplemento Radar de Página 12: “Y me parece a la vez que expresa una dialéctica que estaba muy presente aquí en ese principio de siglo y que termina construyendo sentido después en el resto de nuestra historia: esa riqueza encerrada en los límites de quinientas familias, riqueza producida a partir de calorías, es decir del campo, versus un proletariado de origen europeo que por un lado abre a la Argentina a nuevas ideas, trae el pensamiento social del anarquismo, del comunismo. Pero al que aquella aristocracia agricultora se enfrenta sobre todo porque es parte del fenómeno de la industrialización, eso que también va a cambiar la cara del país al forzar su economía. Y que los horroriza. Y en esa dialéctica se enfrenta algo fundacional, que va a terminar constituyéndose luego en modelo mítico: lo industrial versus el campo, el campo y sus valores conservadores, el campo encerrado en su propia mitología, atrapado en sus prejuicios.” (2)
Ala de criados devela una Argentina presa de sus propias contradicciones, y se convierte en una puesta audaz e imperdible para quien pueda asistir en la otra orilla.
(1)http://www.recursosculturales.com.ar/blog/?p=42 Por Hilda Cabrera Publicado en “Página 12″
(2) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5639-2009-10-22.html/ Por Mercedes Halfon
Ala de criados.
Texto y dirección: Mauricio Kartun.
Elenco: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano.
Teatro del Pueblo. Diagonal Roque Sáenz Peña 943, Buenos Aires, Argentina.
En Montevideo: Del Jueves 28 al Domingo 31 de enero, del viernes 5 al domingo 7 de febrero de 2010. Teatro Solís.
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