El domingo 15 de noviembre fue la última presentación de Hamlet dirigida por Gabriela Iribarren. La obra presentó la versión completa del texto resaltando la presencia actoral y la fuerza de las pasiones que brotan de los personajes. Un clásico puro, que lejos de morir nace con más fuerza en cada representación.
Recurrir a Shakespeare parece ser inevitable. Es inevitable y, además, necesario volver a sus textos que no alcanzan (por suerte) jamás la muerte y son el soporte virtual de personajes carnales que no sucumben al paso del tiempo. Shakespeare provoca. Este año, prontos a responder esa provocación, varios directores han indagado en su universo desde reescrituras, adaptaciones, o textos que nacieron en la búsqueda de un diálogo con su dramaturgia. Iribarren decidió llevar adelante el texto de Hamlet en su versión completa en homenaje a Eduardo Schinca y su método de trabajo con los clásicos.(*)
Esta puesta explota las posibilidades expresivas del Espacio Palermo que puede ser recorrido en sus dos niveles, en ubicación frontal o lateral, y generar nuevos espacios ocultos dentro de otros. El elenco de 14 actores consigue apropiarse de ese espacio y mantiene la dinámica necesaria que exige la secuencia de las acciones. Apoyado por un cuidadoso trabajo de iluminación ese espacio nos transporta desde lo espiritual a lo crudamente terrenal, y devela los infinitos trazos ocultos y los claroscuros que plagan esta historia.
Álvaro Armand Ugon encarna un Hamlet furioso, ensimismado en su necesidad de venganza, que atrapa al público en cada parlamento, en cada palabra. Fuerte desde su condición de actor, se apropia de un personaje con tal peso, y hace suyas todas sus fibras.
Peter Brook en El espacio vacío habla de un teatro mortal que aborda los clásicos desde un canon actoral establecido como “deber ser”, que a la vez que reproduce devuelve un texto muerto. “El teatro mortal se apodera fácilmente de Shakespeare” afirmaba. Esta puesta, por el contrario, toma lo más vital del autor y lo fortalece: cada actor desde su interpretación hace suyos los estados emotivos y las pasiones, vivencia, construye el espacio de la verdad escénica. Dentro de ese espacio la energía fluye. Los personajes están vivos.
Jorge Dubatti en su libro Cartografía Teatral piensa al teatro siempre inserto en un contexto geográfico, histórico y cultural. Los clásicos trascienden esas fronteras pues como dice el autor “cada generación vuelve para formular sus propios interrogantes y construir sentido” (**) Ya sea desde relecturas, revisiones o puestas clásicas Shakespeare mantiene su vigencia por su tratamiento de los conflictos y las emociones humanas. Iribarren se apropia de ellas y junto a su elenco traslada esa vigencia hasta el hoy. En ese momento, en ese espacio, Hamlet vive con sus reivindicaciones y su furia a flor de piel.
(*)Entrevista a la directora Gabriela Iribarren en radio El Espectador. http://www.espectador.com.uy/1v4_contenido.php?id=161374&sts=1
(**)Dubatti, Jorge. Cartografía teatral. Introducción al Teatro Comparado. 1º edición. Buenos Aires: Atuel, 2008. Pág 21
Autor: William Shakespeare
Dirección: Gabriela Iribarren
Elenco: Alvaro Armand Ugon, Agustín Maggi, Rosa Simonelli, Sergio Pereira, Virginia Rodríguez, Gustavo Antúnez, Roberto Romero, Rodrigo Garmendia, Pablo Sintes, Gustavo Suarez, Lucas Barreiro, Matías Sanjurjo, Bruno Pereyra, Verónica de Feo.
Espacio Palermo. Isla de flores 1627. Hasta el 15 de noviembre.
19 de noviembre de 2009
13 de noviembre de 2009
Por Buenos Aires II. Ala de criados de Mauricio Kartun: Entre lo bipolar, lo clasista y el engaño
Ala de criados avasalla por su minuciosa escritura, su extrema lucidez y por una puesta e interpretación a la altura de este texto mordaz. Mauricio Kartun vuelve a indagar (como se pudo ver por Montevideo en El niño argentino) en la estructura de clases y sus ideologías a comienzos del S XX. en la Argentina. Un pasado gestor de una realidad actual quizás no tan distante de aquellos tópicos.
Una diálogo entre Kartun y Veronese trajo a la discusión la dramaturgia de Chéjov. A partir de ese impulso Kartun se vio empapado por el espíritu chejoviano con el que comenzó a escribir este texto, que pronto tomó su propio camino. En la escena una piedra monumental es el centro de las miradas: una carga imposible de remover, estática, siempre presente. Un ambiente de playa, un club de tiro, una clase aristócrata que descansa con aparente indiferencia en algún rincón protegido de Mar del Plata. Un criado, a su servicio, que se instala rápidamente como el eje del conflicto.
Tres primos: Emilito, Pancho y Tatana conversan sobre temas superfluos. Ácidamente compuestos como seres arrogantes, tontos (ellos), fea pero intelectual (ella), parecen ocupar sus sitios desde un status heredado pero no merecido. Pronto, con la irrupción de Pedro Testa -el palomero- el contexto histórico comienza a aflorar. La clase aristócrata huyó a Mar del Plata para refugiarse de las jornadas de huelga de obreros y sindicatos anarquistas y de izquierda, en lo que se conoció como la Semana Trágica en 1919.
Ese hito histórico fascinó a Kartun por su repercusión hasta el presente y a partir de él desarrolló un inteligente vínculo de poderes entre los ricos, su criado y la clase obrera. Desde esa tríada indaga en varios rasgos que entiende conforman la 'argentinidad': la figuración del status, la traición y el engaño.
Pedro Testa, el sirviente, duerme en el ala de criados pero afirma estar allí de paso. Reniega de su condición y se define no como criado sino como cuentapropista. En su juego de seducción, a través de la palabra y las apariencias, se mantiene a la orden de sus patrones a la vez que emocional y políticamente los manipula a su antojo. Según sus propias confesiones utiliza la “engañifa” para subsistir en tiempos revueltos. En una entrevista realizada a Kartun en Página 12 se le preguntó al dramaturgo: “¿Cómo se trabaja en una sociedad que acepta el engaño? Con una angustia muy grande, porque hay que aceptar que la mentira nos domina. Entonces no hay más remedio que pensar que si el engaño es el territorio del poder, cualquier otro territorio que uno construya, incluso el más acotado, sufrirá las generales de la ley.” (1)
Kartun crea con maestría a estos tres jovenes ricos en sus contradicciones, sus flojas y heredadas bases ideológicas y su frivolidad pero con las que, sin embargo, llegan a límites inesperados por conservar su posición. El personaje de Tatana actúa como narradora de toda la historia, por momentos toma distancia y analiza con ironía la condición de sus pares, a la vez que confiesa sus propias debilidades. Juega constantemente con la musicalidad de las palabras (un fuerte en la dramaturgia de Kartun para quien su escritura se conforma de letra y música), incluyendo expresiones en francés, influencias de sus viajes por estudio en Europa. En varios pasajes reflexiona y hace referencia a su disgusto por la metáfora, como recurso retórico inflado y lleno de falsedad. Con acertada ironía en el transcurso de la puesta se convertirá en una abanderada de la poesía, una de las tantas contradicciones que la obra explora. Emilito es chirriante e histérico, la composición de Esteban Bigliardi logra despertar sentimientos contrapuestos de desprecio y ternura en su histrionismo. Pancho es más apocado, pero esconde un secreto velado familiarmente por su incorrección social. El texto traspone con inteligencia el equilibrio de fuerzas entre ambos varones y la mujer, quien termina siendo la más varonil de los tres.
Estos seres patéticos temen (como lo haría su abuelo) a los ácratas y a una posible “invasión bolchevique”. Junto a su criado planifican acciones concretas para boicotear a la fuerza obrera, tan absurdas como asaltar una biblioteca y llevarse como “trofeo”, las obras completas de Emile Zolá, en especial su novela Germinal. Esas acciones teñidas de rasgos infantiles dejan entrever la alusión a un“Tata” (abuelo) omnipresente pero ausente en la escena, oligarca dueño de las tierras y las riquezas, por qué no organizador de las “guardias blancas” de la Liga Patriótica que acometió, apoyada militarmente, contra la lucha obrera. Sus tres nietos, como súbditos, siguen sus palabras, sus dichos, sus ideas, aunque no las sientan o no las comprendan por completo. Mientras tanto, paradojicamente, las palomas encerradas para practicar el tiro mueren pues las balas fueron desviadas a otros destinos.
En la escena más brillante Kartun enmascara a sus personajes que se “transforman” así momentáneamente en sus enemigos rojos, a los que temen y odian con tanto fervor. En una encarnación llena de patetismo, el vestuario se torna en una imagen dura con simples detalles de accesorios rojos, elegidos en su justa medida.
La figura del criado (interpretada brillantemente en sus vaivenes por Alberto Ajaka) alcanza el momento de máxima tensión del texto, en un monólogo cargado de reproches y desmitificaciones que hinca el diente mediante afirmaciones duras en situaciones ocultas, falsas y contradictorias: como su propia condición no asumida. Criado no criado, perteneciente a una clase media incipiente, que quiere alcanzar como utopía el status de su clase patrona.
Ala de criados es un texto solvente, resultado de una investigación y reflexión comprometida sobre la historia y las bases de una sociedad que se sienta aún en aquellos principios. No es casualmente que Kartun escribió esta obra en pleno conflicto del campo en 2008. Sobre los ejes de su historia manifestó en una entrevista al Suplemento Radar de Página 12: “Y me parece a la vez que expresa una dialéctica que estaba muy presente aquí en ese principio de siglo y que termina construyendo sentido después en el resto de nuestra historia: esa riqueza encerrada en los límites de quinientas familias, riqueza producida a partir de calorías, es decir del campo, versus un proletariado de origen europeo que por un lado abre a la Argentina a nuevas ideas, trae el pensamiento social del anarquismo, del comunismo. Pero al que aquella aristocracia agricultora se enfrenta sobre todo porque es parte del fenómeno de la industrialización, eso que también va a cambiar la cara del país al forzar su economía. Y que los horroriza. Y en esa dialéctica se enfrenta algo fundacional, que va a terminar constituyéndose luego en modelo mítico: lo industrial versus el campo, el campo y sus valores conservadores, el campo encerrado en su propia mitología, atrapado en sus prejuicios.” (2)
Ala de criados devela una Argentina presa de sus propias contradicciones, y se convierte en una puesta audaz e imperdible para quien pueda asistir en la otra orilla.
(1)http://www.recursosculturales.com.ar/blog/?p=42 Por Hilda Cabrera Publicado en “Página 12″
(2) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5639-2009-10-22.html/ Por Mercedes Halfon
Ala de criados.
Texto y dirección: Mauricio Kartun.
Elenco: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano.
Teatro del Pueblo. Diagonal Roque Sáenz Peña 943, Buenos Aires, Argentina.
En Montevideo: Del Jueves 28 al Domingo 31 de enero, del viernes 5 al domingo 7 de febrero de 2010. Teatro Solís.
Una diálogo entre Kartun y Veronese trajo a la discusión la dramaturgia de Chéjov. A partir de ese impulso Kartun se vio empapado por el espíritu chejoviano con el que comenzó a escribir este texto, que pronto tomó su propio camino. En la escena una piedra monumental es el centro de las miradas: una carga imposible de remover, estática, siempre presente. Un ambiente de playa, un club de tiro, una clase aristócrata que descansa con aparente indiferencia en algún rincón protegido de Mar del Plata. Un criado, a su servicio, que se instala rápidamente como el eje del conflicto.
Tres primos: Emilito, Pancho y Tatana conversan sobre temas superfluos. Ácidamente compuestos como seres arrogantes, tontos (ellos), fea pero intelectual (ella), parecen ocupar sus sitios desde un status heredado pero no merecido. Pronto, con la irrupción de Pedro Testa -el palomero- el contexto histórico comienza a aflorar. La clase aristócrata huyó a Mar del Plata para refugiarse de las jornadas de huelga de obreros y sindicatos anarquistas y de izquierda, en lo que se conoció como la Semana Trágica en 1919.
Ese hito histórico fascinó a Kartun por su repercusión hasta el presente y a partir de él desarrolló un inteligente vínculo de poderes entre los ricos, su criado y la clase obrera. Desde esa tríada indaga en varios rasgos que entiende conforman la 'argentinidad': la figuración del status, la traición y el engaño.
Pedro Testa, el sirviente, duerme en el ala de criados pero afirma estar allí de paso. Reniega de su condición y se define no como criado sino como cuentapropista. En su juego de seducción, a través de la palabra y las apariencias, se mantiene a la orden de sus patrones a la vez que emocional y políticamente los manipula a su antojo. Según sus propias confesiones utiliza la “engañifa” para subsistir en tiempos revueltos. En una entrevista realizada a Kartun en Página 12 se le preguntó al dramaturgo: “¿Cómo se trabaja en una sociedad que acepta el engaño? Con una angustia muy grande, porque hay que aceptar que la mentira nos domina. Entonces no hay más remedio que pensar que si el engaño es el territorio del poder, cualquier otro territorio que uno construya, incluso el más acotado, sufrirá las generales de la ley.” (1)
Kartun crea con maestría a estos tres jovenes ricos en sus contradicciones, sus flojas y heredadas bases ideológicas y su frivolidad pero con las que, sin embargo, llegan a límites inesperados por conservar su posición. El personaje de Tatana actúa como narradora de toda la historia, por momentos toma distancia y analiza con ironía la condición de sus pares, a la vez que confiesa sus propias debilidades. Juega constantemente con la musicalidad de las palabras (un fuerte en la dramaturgia de Kartun para quien su escritura se conforma de letra y música), incluyendo expresiones en francés, influencias de sus viajes por estudio en Europa. En varios pasajes reflexiona y hace referencia a su disgusto por la metáfora, como recurso retórico inflado y lleno de falsedad. Con acertada ironía en el transcurso de la puesta se convertirá en una abanderada de la poesía, una de las tantas contradicciones que la obra explora. Emilito es chirriante e histérico, la composición de Esteban Bigliardi logra despertar sentimientos contrapuestos de desprecio y ternura en su histrionismo. Pancho es más apocado, pero esconde un secreto velado familiarmente por su incorrección social. El texto traspone con inteligencia el equilibrio de fuerzas entre ambos varones y la mujer, quien termina siendo la más varonil de los tres.
Estos seres patéticos temen (como lo haría su abuelo) a los ácratas y a una posible “invasión bolchevique”. Junto a su criado planifican acciones concretas para boicotear a la fuerza obrera, tan absurdas como asaltar una biblioteca y llevarse como “trofeo”, las obras completas de Emile Zolá, en especial su novela Germinal. Esas acciones teñidas de rasgos infantiles dejan entrever la alusión a un“Tata” (abuelo) omnipresente pero ausente en la escena, oligarca dueño de las tierras y las riquezas, por qué no organizador de las “guardias blancas” de la Liga Patriótica que acometió, apoyada militarmente, contra la lucha obrera. Sus tres nietos, como súbditos, siguen sus palabras, sus dichos, sus ideas, aunque no las sientan o no las comprendan por completo. Mientras tanto, paradojicamente, las palomas encerradas para practicar el tiro mueren pues las balas fueron desviadas a otros destinos.
En la escena más brillante Kartun enmascara a sus personajes que se “transforman” así momentáneamente en sus enemigos rojos, a los que temen y odian con tanto fervor. En una encarnación llena de patetismo, el vestuario se torna en una imagen dura con simples detalles de accesorios rojos, elegidos en su justa medida.
La figura del criado (interpretada brillantemente en sus vaivenes por Alberto Ajaka) alcanza el momento de máxima tensión del texto, en un monólogo cargado de reproches y desmitificaciones que hinca el diente mediante afirmaciones duras en situaciones ocultas, falsas y contradictorias: como su propia condición no asumida. Criado no criado, perteneciente a una clase media incipiente, que quiere alcanzar como utopía el status de su clase patrona.
Ala de criados es un texto solvente, resultado de una investigación y reflexión comprometida sobre la historia y las bases de una sociedad que se sienta aún en aquellos principios. No es casualmente que Kartun escribió esta obra en pleno conflicto del campo en 2008. Sobre los ejes de su historia manifestó en una entrevista al Suplemento Radar de Página 12: “Y me parece a la vez que expresa una dialéctica que estaba muy presente aquí en ese principio de siglo y que termina construyendo sentido después en el resto de nuestra historia: esa riqueza encerrada en los límites de quinientas familias, riqueza producida a partir de calorías, es decir del campo, versus un proletariado de origen europeo que por un lado abre a la Argentina a nuevas ideas, trae el pensamiento social del anarquismo, del comunismo. Pero al que aquella aristocracia agricultora se enfrenta sobre todo porque es parte del fenómeno de la industrialización, eso que también va a cambiar la cara del país al forzar su economía. Y que los horroriza. Y en esa dialéctica se enfrenta algo fundacional, que va a terminar constituyéndose luego en modelo mítico: lo industrial versus el campo, el campo y sus valores conservadores, el campo encerrado en su propia mitología, atrapado en sus prejuicios.” (2)
Ala de criados devela una Argentina presa de sus propias contradicciones, y se convierte en una puesta audaz e imperdible para quien pueda asistir en la otra orilla.
(1)http://www.recursosculturales.com.ar/blog/?p=42 Por Hilda Cabrera Publicado en “Página 12″
(2) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5639-2009-10-22.html/ Por Mercedes Halfon
Ala de criados.
Texto y dirección: Mauricio Kartun.
Elenco: Alberto Ajaka, Esteban Bigliardi, Rodrigo González Garillo y Laura López Moyano.
Teatro del Pueblo. Diagonal Roque Sáenz Peña 943, Buenos Aires, Argentina.
En Montevideo: Del Jueves 28 al Domingo 31 de enero, del viernes 5 al domingo 7 de febrero de 2010. Teatro Solís.
12 de noviembre de 2009
Por Buenos Aires I. Lote 77 de Marcelo Minnino: Sinceridad carnal
¿Qué es la hombría? ¿Quién establece las reglas que la definen? ¿Cómo se construye? Tres hombres sobre un escenario con piso de cemento miran hacia su interior a la vez que cuestionan su exterior dejando aflorar sensaciones y sentimientos íntimos que quiebran ese contexto frío. El director y dramaturgo Marcelo Minnino realizó junto a los tres actores (Andrés D’ Adamo, Lautaro Delgado, Rodrigo González Garillo) una investigación sobre la serie de preceptos que definen al varón, parándose sin inocencia desde un submundo promachista: el entorno rural. Su dramaturgia fue impulsada por una necesidad autorreferencial, desde la identidad de su género, sin buscar la caricatura ni el cliché. Minnino trasladó a esa búsqueda rasgos de su experiencia personal: nació en la localidad agrícola de Salto (Provincia de Buenos Aires) y trabajó varios años con su padre en la producción ganadera.
El teatro del Abasto es el ámbito perfecto para recrear una especie de galpón en el que se distinguen tres tranqueras, y por delante, en un primer plano, una canilla y agua que corre, casi constantemente. Como elemento primario el agua es clara alusión a lo esencial y será el elemento guía de las develaciones más íntimas. En un acto de fortaleza inicial uno de los personajes toma una manguera y moja abundantemente todos los rincones de la escena. Así comienza a establecerse el código que atraviesa la obra: el hombre, al igual que un animal, marca su territorio: el espacio escénico donde se desarrollará esta contienda entre tres especímenes machos. De ahí en más el recurso del paralelismo entre la condición varonil y las tareas rurales de la cría de ganado, con sus normas rígidas y rutinarias, llega sin más (en varias situaciones) a lo profundo del sinsentido. El simple acto de orinar en un mingitorio, por ejemplo, puede transformarse de una situación cotidiana a una acción incómoda y hasta imposible, que trae al tapete la condición vouyerística masculina no necesariamente ligada a su curso entendido como natural. Ciertas fisuras de lo aparente se deslizan, nada que un corte abrupto de la acción (como borrón y cuenta nueva) intente reparar de forma forzosa e inoperante.
Varios pilares arraigados afloran en los discursos. La herencia como “el deber ser”, la herencia como carga maldita se despliega en los recuerdos de infancia de estos tres personajes que en su desesperación por entenderse recurren a la memoria. En un diálogo frontal, siempre de cara al público, estos seres se exponen e indagan en los resquicios de esa memoria, por momentos, no tan clara. La despliegan a modo de narración recurrente en su afán por comprender esos, a veces, “absurdos” mandatos.
Entre hombres establecerse como autoridad es ley. Sin perder de vista ese funcionamiento Minnino logra entre los tres actores una dinámica en la que siempre, una de las voces, guía y establece las reglas que organizan la escena. Esa voz indica el “deber ser” de cada personaje en cada momento, y castiga si alguno se sale de lo previsto. Una campana organiza las posiciones y las actitudes de cada rol de acuerdo a la regla elegida (de modo similar a las propuestas establecidas en las puestas de teatro improvisado) Así, un personaje pasa a ser aquel niño débil con los dientes rotos y otro el hombre maduro a punto de sufrir un ataque cardíaco. Las flaquezas, de a poco, comienzan a aflorar. Un excelente trabajo de actuación en el que destaca la versatilidad de Lautaro Delgado, nos traslada a ese interior vulnerable, muchas veces desconocido u ocultado.
Las angustias, las dudas, los sentimientos encontrados van in crescendo. Los personajes van y vienen hacia esa canilla, se empapan, intentan lavarse los sentimientos de culpa, las emociones que no concuerdan con un varón hecho y derecho. La imagen degradada del cansancio mezclada con el agua, que los rescata a la vez que los aminora, es contundente.
El lote es la forma de separar a los animales según sus categorías para ponerlos en venta. Minnino vincula a sus tres personajes como el Lote 77 haciendo referencia a su generación. Una generación marcada muchas veces por la ausencia. La relación padre e hijo como línea transmisora de legado es truncada violentamente en uno de los personajes cuyo padre fue secuestrado durante su infancia. El miedo y la inseguridad atormentan al joven en ausencia de una imagen con qué identificarse. La puesta se convierte en el resultado de un excelente trabajo de investigación acerca de la propia identidad y de su representación que además, dignamente devela, en una sociedad donde “las apariencias” encubren a la realidad.
Esta ópera prima ha recibido diversos premios y menciones entre ellos el Premio Trinidad Guevara 2008, Florencio Sánchez 2008 a Marcelo Minnino como revelación y fue destacada en los Premios Teatro del Mundo en las áreas de dirección, dramaturgia, iluminación y escenografía.
Autor y director: Marcelo Minnino
Elenco: Andrés D’ Adamo, Lautaro Delgado, Rodrigo González Garillo.
Teatro del Abasto. Humahuaca 3549. Buenos Aires, Argentina.
Link: http://lote77web.blogspot.com/
El teatro del Abasto es el ámbito perfecto para recrear una especie de galpón en el que se distinguen tres tranqueras, y por delante, en un primer plano, una canilla y agua que corre, casi constantemente. Como elemento primario el agua es clara alusión a lo esencial y será el elemento guía de las develaciones más íntimas. En un acto de fortaleza inicial uno de los personajes toma una manguera y moja abundantemente todos los rincones de la escena. Así comienza a establecerse el código que atraviesa la obra: el hombre, al igual que un animal, marca su territorio: el espacio escénico donde se desarrollará esta contienda entre tres especímenes machos. De ahí en más el recurso del paralelismo entre la condición varonil y las tareas rurales de la cría de ganado, con sus normas rígidas y rutinarias, llega sin más (en varias situaciones) a lo profundo del sinsentido. El simple acto de orinar en un mingitorio, por ejemplo, puede transformarse de una situación cotidiana a una acción incómoda y hasta imposible, que trae al tapete la condición vouyerística masculina no necesariamente ligada a su curso entendido como natural. Ciertas fisuras de lo aparente se deslizan, nada que un corte abrupto de la acción (como borrón y cuenta nueva) intente reparar de forma forzosa e inoperante.
Varios pilares arraigados afloran en los discursos. La herencia como “el deber ser”, la herencia como carga maldita se despliega en los recuerdos de infancia de estos tres personajes que en su desesperación por entenderse recurren a la memoria. En un diálogo frontal, siempre de cara al público, estos seres se exponen e indagan en los resquicios de esa memoria, por momentos, no tan clara. La despliegan a modo de narración recurrente en su afán por comprender esos, a veces, “absurdos” mandatos.
Entre hombres establecerse como autoridad es ley. Sin perder de vista ese funcionamiento Minnino logra entre los tres actores una dinámica en la que siempre, una de las voces, guía y establece las reglas que organizan la escena. Esa voz indica el “deber ser” de cada personaje en cada momento, y castiga si alguno se sale de lo previsto. Una campana organiza las posiciones y las actitudes de cada rol de acuerdo a la regla elegida (de modo similar a las propuestas establecidas en las puestas de teatro improvisado) Así, un personaje pasa a ser aquel niño débil con los dientes rotos y otro el hombre maduro a punto de sufrir un ataque cardíaco. Las flaquezas, de a poco, comienzan a aflorar. Un excelente trabajo de actuación en el que destaca la versatilidad de Lautaro Delgado, nos traslada a ese interior vulnerable, muchas veces desconocido u ocultado.
Las angustias, las dudas, los sentimientos encontrados van in crescendo. Los personajes van y vienen hacia esa canilla, se empapan, intentan lavarse los sentimientos de culpa, las emociones que no concuerdan con un varón hecho y derecho. La imagen degradada del cansancio mezclada con el agua, que los rescata a la vez que los aminora, es contundente.
El lote es la forma de separar a los animales según sus categorías para ponerlos en venta. Minnino vincula a sus tres personajes como el Lote 77 haciendo referencia a su generación. Una generación marcada muchas veces por la ausencia. La relación padre e hijo como línea transmisora de legado es truncada violentamente en uno de los personajes cuyo padre fue secuestrado durante su infancia. El miedo y la inseguridad atormentan al joven en ausencia de una imagen con qué identificarse. La puesta se convierte en el resultado de un excelente trabajo de investigación acerca de la propia identidad y de su representación que además, dignamente devela, en una sociedad donde “las apariencias” encubren a la realidad.
Esta ópera prima ha recibido diversos premios y menciones entre ellos el Premio Trinidad Guevara 2008, Florencio Sánchez 2008 a Marcelo Minnino como revelación y fue destacada en los Premios Teatro del Mundo en las áreas de dirección, dramaturgia, iluminación y escenografía.
Autor y director: Marcelo Minnino
Elenco: Andrés D’ Adamo, Lautaro Delgado, Rodrigo González Garillo.
Teatro del Abasto. Humahuaca 3549. Buenos Aires, Argentina.
Link: http://lote77web.blogspot.com/
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