4 de febrero de 2014

Cartelera teatral: Fin y comienzo


La temporada teatral 2013 terminó con excelentes propuestas que reflejan el camino de búsqueda e investigación que conforman y definen a las puestas más contemporáneas de nuestra escena. Dos ejemplos fueron las puestas de Proyecto Felisberto dirigido por Mariana Percovich en la casona de Periscopio (Jackson 1083) totalmente transformada para este gran montaje y Lavanderas una creación colectiva que nació posterior a un taller que el grupo tomó con el director argentino Ricardo Bartís (del equipo participan Alfonso Tor Victoria Novick, Bruno Pereyra, Pablo Sintes, Jimena Romero, Florencia Abbondanza, Toia Jackson y Valeria Piana) y que fue realizada en el Club de arte Zona 598 (Florida 1215) Ambas propuestas prometen volver a la cartelera en marzo y febrero respectivamente.

La sala como lugar seguro deja paso desde hace muchos años a espacios no convencionales donde la distancia entre escena, actor y espectador se desdibuja para generar nuevos contenidos creativos, éticos y estéticos. El hallazgo de estas dos obras es intervenir espacios de la ciudad, que si bien se dedican a las artes, no están pensados para recibir montajes teatrales. Sin embargo su apropiación resulta tan creativa y, sobretodo, cuidadosamente trabajada a nivel del colectivo artístico que para el espectador se transforma en un grato descubrimiento de espacios de su propia ciudad que muchas veces en el tránsito cotidiano pasan desapercibidos. El teatro resignifica estos sitios que, por momentos, se transforman en espacios y tiempos alternativos: los de la escena. Proyecto Felisberto es un trabajo profundo de investigación sobre el universo de la literatura y los personajes de Felisberto Hernández, que llevó un año de trabajo y ensayos para el equipo. El puntapié inicial fue trabajar sobre los cuentos El Acomodador, El Balcón, Nadie encendía las lámparas, Las hortensias sobre sus personajes, su forma narrativa, la biografía del propio autor y, sobretodo, su complejo universo para descubrir en él las formas de teatralidad. En este proceso Percovich incorporó a los dramaturgos Calderón, Gayvoronsky, Lagisquet y Sanguinetti que trabajaron individual y colectivamente, junto a los actores y el equipo técnico. La ambientación sonora tan importante en el mundo felisbertiano fue trabajada nada menos que por el músico Fernando Cabrera e interpretada por pianistas en vivo (Andrés Bedó o Herman Klang) Y Paula Villalba realizó un enorme y excelente trabajo de dirección de arte y vestuario para transformar a Periscopio en la casona de principios del '900 que alberga a estos seres de ficción, oníricos, parte de una memoria individual o colectiva: “Las estirpes”. Dentro del juego escénico un montaje de relojería hace que el espectador transite por la casa y ocupe los distintos espacios a elección, armando su propio montaje. Entre la libertad, la elección y el encierro se teje el destino dentro de este universo felisbertiano tan perturbador como montevideano.

Por su parte el joven equipo de Lavanderas demuestra una postura política frente a las formas de teatro convencionales. El grupo comenzó a trabajar en sus posibilidades actorales desconocidas hasta entonces siguiendo las enseñanzas de Bartís, sobretodo la premisa que expresó Bruno Pereyra: “lo poético es lo personal”, es que el actor es carne de cañón y compone sus personajes desde un sí mismo inevitable. Jugando con la improvisación surgió este trío de personajes desopilantes: Mario, Marta y Tony que (y dado que más allá de improvisar se necesita una historia) conforman un grupo de terroristas culturales que complotan para robar el cuadro de Pedro Figari (Lavanderas) del despacho de la Intendenta Ana Olivera. El resultado es una explosiva situación de comedia, con excelentes interpretaciones donde las situaciones parecen irse a los extremos del absurdo. Fue un hallazgo el sitio elegido. El club de arte Zona 598 utilizando su subsuelo y responde a la perfección a la idea de “aguantadero” que se transmite en la puesta. Lo interesante de esta apropiación de un nuevo espacio es que a la entrada los propios actores fuera de papel reciben a su público y de forma amena invitan a tomar unos tragos, comer algo, todo de producción propia y a voluntad con música de fondo. Bajando las escaleras un espacio del que también son parte incluye y recibe al espectador-invitado que ya está viviendo una experiencia alternativa. Hay un excelente y jocoso trabajo con el adentro y el afuera, los actores entran y salen de escena subiendo y bajando la gran cortina de metal que oficia de puerta del lugar. Hay una obra que transcurre para quienes están dentro y también otra para el vecino o transeúnte que se cruce en la vereda, por ejemplo, con Alfonso Tort en polleras.

Sin duda estas dos propuestas cerraron un año creativo y de búsquedas experimentales en los diversos lenguajes teatrales, que atraen a un espectador que ya no espera puestas de grandes autores clásicos sino que está ávido de vivenciar el teatro como una “experiencia” estética y también política. Existe además en estos creadores un vínculo de ida y vuelta con artistas internacionales como es el caso de Percovich con Cristoph Marthaler (y la influencia de su puesta Protegerse del futuro) o del equipo de Lavanderas con las ideas del director Bartís, un gran maestro de la escena porteña. Del mismo modo uno de los primeros estrenos del 2014 dirigido por Alfredo Goldstein toma un texto del joven dramaturgo argentino Lautaro Vilo (de quien vimos en 2013 Escandinavia en la Zavala Muniz con actuación de Rubén Szuchmacher) En este caso el título se ha modificado a 15.361 (ley de cigarrillos, cigarros y tabaco) en una puesta que propone un trabajo sobre la dramaturgia contemporánea argentina y cuyo elenco se conforma por muy buenos actores: Federico Guerra, Mauricio Chiessa y Pablo Robles.

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