11 de febrero de 2014

Todo lo que está a mi lado de Fernando Rubio. Un Montevideo posible.

I. Reflexionar sobre el teatro puede ser una actividad eterna sobre una experiencia efímera. El encuentro de diez minutos del espectador con una única actriz, ambos compartiendo el espacio íntimo de una cama (en medio del flujo cotidiano de una ciudad) es una experiencia que se vive de modo tan intenso que las palabras parecen sobrar. Todo lo que está a mi lado es una experiencia de teatro para un solo espectador, encuentro sobre el que el director Fernando Rubio trabaja desde hace un tiempo, como lo hizo en su anterior Donde comienza el día.

Inicio un viaje hacia atrás, hacia las huellas que imprimió esta experiencia vivida por primera vez como espectadora. Surgen una y mil preguntas. La potencia del teatro en el S.XXI es su vitalidad como expresión artística del encuentro. Y no es poco decir: casi como un último resquicio de humanidad. Rubio reconoce la potencia teatral de ese cara a cara, prepara un espacio “otro” en medio de una gran cuidad con sus ruidos, sus rutinas, toda su cotidianidad que se ve sorprendida por la presencia de varias camas de sábanas blancas: imagen potente y teatral si las hay. Ese espacio por diez minutos se suspende en un tiempo alterno, un tiempo otro, el tiempo de la ficción que se construye entre dos presencias. Dos personas juntas compartiendo un espacio íntimo, de concentración mutua el uno en el otro, de cercanía física, de imaginaciones compartidas. Apartados del mundo real, inmersos en sus propios mundos ficticios. El resquicio es posible y se crea con poco. Es individual y a la vez colectivo, la experiencia es vivida de forma simultánea por seis espectadores a la vez. Cada quien con una actriz distinta, cada quien creando su propia ficción. Los espectadores se multiplican: desde la ventana de un ómnibus, la puerta de un hotel, la vereda de enfrente, el balcón.

La invitación conduce hacia el relato potente que parece dirigirse e individualizarse en el otro, ese que participa como espectador directo y voluntario. La expectación desde la escucha se vuelve activa, cómplice y compartida. El espectador atento al relato y las acciones de la actriz, la actriz atenta a las reacciones de su espectador. Los gestos, los movimientos de ambos pasan a un primer plano sensorial extremo. Hay quienes optan por escuchar con los ojos cerrados, otros sostienen la mirada hiper cercana de la actriz mientras relata. Sin discusión: en la era del cine 6D la mejor experiencia sensorial es el encuentro con el otro.

  1. Cuando el espacio se resignifica nunca vuelve a ser el mismo. Rubio trabaja en esta puesta los alcances de la intervención urbana. En Montevideo utilizó varios espacios como la explanada del teatro Solís, la Plaza Cagancha, la peatonal Sarandí y el lago del Parque Rodó entre otros. Seis camas totalmente vestidas de blanco y una actriz sentada a la espera de su próximo espectador: lo privado se transforma en público, el espacio público despliega otra forma posible de uso, de ser y estar en el momento presente. La explanada con seis camas blancas: una imagen potente para espectadores prevenidos y desprevenidos. El espacio urbano y el teatro descubren otra mirada posible, otra forma de vivenciar el paisaje, otros marcos de expectación y, en cada uno de ellos, miles de significados posibles.

En plena ciudad con su flujo cotidiano, una cama puede, sin embargo, aislarnos del contexto. Actriz y espectador durante diez minutos -y en el tiempo y espacio otro- quedan suspendidos en una alteridad ficcional. En un ritmo signado por los gestos, el vaivén de sensaciones que transmite la palabra, el universo sonoro de las sábanas con el telón urbano de fondo y las sensaciones kinésicas y táctiles que permite la cercanía, el tiempo cambia también sus coordenadas reales. Todo transcurre como un acontecimiento tan ficticio como real. Los participantes del acontecimiento se acuestan a cielo abierto mientras varios transeúntes expectan la situación no cotidiana en ese rincón citadino. Los espacios elegidos son propicios para instalar un juego con la multiplicación de miradas, de interpretaciones, con la curiosidad del ojo ante lo imprevisto. Seis camas nos sacan del lugar común de la mirada. Invitan a ver un Montevideo otro, a descubrir espacios posibles y flexibles para la ficcionalización sin grandes estructuras. Las cámaras captan momentos pictóricos y dramáticos mientras el hecho ocurre, se vive como experiencia. Toda experiencia transforma y Rubio demuestra que el teatro es una potente expresión transformadora del aquí y ahora, efímera como eterna, transitoria como permanente.

#Foto de Lucía Cóppola (https://www.facebook.com/lubenica.luar)

En febrero y marzo regresa Todo lo que está a mi lado, en la que participan actrices uruguayas. Más información:

4 de febrero de 2014

Cartelera teatral: Fin y comienzo


La temporada teatral 2013 terminó con excelentes propuestas que reflejan el camino de búsqueda e investigación que conforman y definen a las puestas más contemporáneas de nuestra escena. Dos ejemplos fueron las puestas de Proyecto Felisberto dirigido por Mariana Percovich en la casona de Periscopio (Jackson 1083) totalmente transformada para este gran montaje y Lavanderas una creación colectiva que nació posterior a un taller que el grupo tomó con el director argentino Ricardo Bartís (del equipo participan Alfonso Tor Victoria Novick, Bruno Pereyra, Pablo Sintes, Jimena Romero, Florencia Abbondanza, Toia Jackson y Valeria Piana) y que fue realizada en el Club de arte Zona 598 (Florida 1215) Ambas propuestas prometen volver a la cartelera en marzo y febrero respectivamente.

La sala como lugar seguro deja paso desde hace muchos años a espacios no convencionales donde la distancia entre escena, actor y espectador se desdibuja para generar nuevos contenidos creativos, éticos y estéticos. El hallazgo de estas dos obras es intervenir espacios de la ciudad, que si bien se dedican a las artes, no están pensados para recibir montajes teatrales. Sin embargo su apropiación resulta tan creativa y, sobretodo, cuidadosamente trabajada a nivel del colectivo artístico que para el espectador se transforma en un grato descubrimiento de espacios de su propia ciudad que muchas veces en el tránsito cotidiano pasan desapercibidos. El teatro resignifica estos sitios que, por momentos, se transforman en espacios y tiempos alternativos: los de la escena. Proyecto Felisberto es un trabajo profundo de investigación sobre el universo de la literatura y los personajes de Felisberto Hernández, que llevó un año de trabajo y ensayos para el equipo. El puntapié inicial fue trabajar sobre los cuentos El Acomodador, El Balcón, Nadie encendía las lámparas, Las hortensias sobre sus personajes, su forma narrativa, la biografía del propio autor y, sobretodo, su complejo universo para descubrir en él las formas de teatralidad. En este proceso Percovich incorporó a los dramaturgos Calderón, Gayvoronsky, Lagisquet y Sanguinetti que trabajaron individual y colectivamente, junto a los actores y el equipo técnico. La ambientación sonora tan importante en el mundo felisbertiano fue trabajada nada menos que por el músico Fernando Cabrera e interpretada por pianistas en vivo (Andrés Bedó o Herman Klang) Y Paula Villalba realizó un enorme y excelente trabajo de dirección de arte y vestuario para transformar a Periscopio en la casona de principios del '900 que alberga a estos seres de ficción, oníricos, parte de una memoria individual o colectiva: “Las estirpes”. Dentro del juego escénico un montaje de relojería hace que el espectador transite por la casa y ocupe los distintos espacios a elección, armando su propio montaje. Entre la libertad, la elección y el encierro se teje el destino dentro de este universo felisbertiano tan perturbador como montevideano.

Por su parte el joven equipo de Lavanderas demuestra una postura política frente a las formas de teatro convencionales. El grupo comenzó a trabajar en sus posibilidades actorales desconocidas hasta entonces siguiendo las enseñanzas de Bartís, sobretodo la premisa que expresó Bruno Pereyra: “lo poético es lo personal”, es que el actor es carne de cañón y compone sus personajes desde un sí mismo inevitable. Jugando con la improvisación surgió este trío de personajes desopilantes: Mario, Marta y Tony que (y dado que más allá de improvisar se necesita una historia) conforman un grupo de terroristas culturales que complotan para robar el cuadro de Pedro Figari (Lavanderas) del despacho de la Intendenta Ana Olivera. El resultado es una explosiva situación de comedia, con excelentes interpretaciones donde las situaciones parecen irse a los extremos del absurdo. Fue un hallazgo el sitio elegido. El club de arte Zona 598 utilizando su subsuelo y responde a la perfección a la idea de “aguantadero” que se transmite en la puesta. Lo interesante de esta apropiación de un nuevo espacio es que a la entrada los propios actores fuera de papel reciben a su público y de forma amena invitan a tomar unos tragos, comer algo, todo de producción propia y a voluntad con música de fondo. Bajando las escaleras un espacio del que también son parte incluye y recibe al espectador-invitado que ya está viviendo una experiencia alternativa. Hay un excelente y jocoso trabajo con el adentro y el afuera, los actores entran y salen de escena subiendo y bajando la gran cortina de metal que oficia de puerta del lugar. Hay una obra que transcurre para quienes están dentro y también otra para el vecino o transeúnte que se cruce en la vereda, por ejemplo, con Alfonso Tort en polleras.

Sin duda estas dos propuestas cerraron un año creativo y de búsquedas experimentales en los diversos lenguajes teatrales, que atraen a un espectador que ya no espera puestas de grandes autores clásicos sino que está ávido de vivenciar el teatro como una “experiencia” estética y también política. Existe además en estos creadores un vínculo de ida y vuelta con artistas internacionales como es el caso de Percovich con Cristoph Marthaler (y la influencia de su puesta Protegerse del futuro) o del equipo de Lavanderas con las ideas del director Bartís, un gran maestro de la escena porteña. Del mismo modo uno de los primeros estrenos del 2014 dirigido por Alfredo Goldstein toma un texto del joven dramaturgo argentino Lautaro Vilo (de quien vimos en 2013 Escandinavia en la Zavala Muniz con actuación de Rubén Szuchmacher) En este caso el título se ha modificado a 15.361 (ley de cigarrillos, cigarros y tabaco) en una puesta que propone un trabajo sobre la dramaturgia contemporánea argentina y cuyo elenco se conforma por muy buenos actores: Federico Guerra, Mauricio Chiessa y Pablo Robles.