25 de agosto de 2009

Pátina: Montajes dolorosos

Para la generación de treintañeros, hijos de quienes vivieron y padecieron la dictadura en Uruguay, la historia (más que nunca) es un conjunto de recuerdos y narraciones de otros, tan reales como tergiversadas por el paso del tiempo y las subjetividades individuales. Esa historia se multiplica y sus vetas se superponen, como capas, recubriéndose por las tantas pátinas a las que hace referencia el título de esta obra.


Siendo plenamente consciente del lugar que le otorga su edad y su condición, por tanto, ajena a la militancia en aquel momento, es que Verónica Mato define su punto de vista desde el cual abordar este período de la historia del Uruguay: toma una realidad que involucra a sus coetáneos, como es la apropiación ilegal de personas, e indaga en sus efectos y consecuencias. Con honestidad y compromiso decide desarrollar varios roles en la puesta: es autora, directora y actriz.

En un planteo que traslada al espectador más preguntas que respuestas Mato presenta (codirigiendo con Fernando Scorsela) una dinámica escénica entre tres personajes: dos hermanas (que trazan vínculos familiares difusos y contradictorios) y una presencia constante que interpreta la música de la escena y por momentos actúa como la voz que expresa sentimientos de los personajes, a la vez que dialoga con ellos.

¿Qué es la Historia? ¿Y la identidad? ¿Qué define a la realidad? Varios objetos antiguos inundan el escenario en una disposición caótica. El peso de un pasado se respira en el ambiente, de un pasado que se desconoce. Para los personajes ese pasado será una oscura invención, una construcción antojadiza de otros, por tanto no puede tener orden lógico y su forma expresiva es el desorden. Esos objetos se transforman así en acúmulos de chatarra, carentes de significado, no definen a nada ni a nadie, están vacios. Así un reloj de cuerda puede ser una herencia familiar portador de un gran valor emotivo o simplemente un objeto inerte, comprado en cualquier remate.

Evidenciando diferentes estados interiores las dos hermanas dialogan desde posiciones marcadamente opuestas: mientras una muta constantemente su vestuario y transita por todo el escenario apelando al cambio y al progreso temporal, la otra se aferra a mantener una posición fija (sentada en un sillón central en el escenario) en un evidente estado de confusión interna, y en una desesperada búsqueda por definirse. Interpela mediante una mirada aparentemente suspendida, perdida quizás en otro tiempo, a un pasado que no le pertenece.

Dos figuras sin nombre. ¿Qué es un nombre? ¿Qué señala? En esa lógica contrapuesta ambas discuten sobre sus recuerdos desfigurados, mientras el personaje de Mato (en excelente interpretación como figura central sobre el sillón) intenta identificarse hasta agotarse en el intento con una historia encerrada en rollos fotográficos. ¿Cuánto de verdad puede develar una fotografía?, ¿cuánto del pasado puede inmortalizar? ,¿cuánto hay en ella de construcción?, ¿cuánto de irrealidad?

Los diversos montajes que forman parte de esta puesta exhiben al público su construcción. Un mecanismo metateatral denuncia la aberración del montaje manipulador desplegado para inventar la realidad de un ser humano: como un juego doloroso las hermanas simulan una representación infantil con marionetas, dos muñecas que no tienen ojos y a las que se les extirpó parte de su cabeza. Esas muñecas son máscaras macabras, sin ojos, sin identidad. Los creadores de esta puesta se preguntan: “¿cómo narrar lo in-narrable, lo que se escapa al lenguaje?” Esas muñecas sin rostro se transforman en una imagen elocuente: sobran las palabras. Son la pura representación de un cuerpo presente que es ausencia de sí mismo, una paradoja dolorosa.

Reforzando el absurdo de esa situación incomprensible, el recurso del travestismo lanza nuevas preguntas. Una de las hermanas juega con la posibilidad de elegir ser otro, ser un hombre con identidad visiblemente falsa siendo mujer. ¿Qué sucede cuando el juego se acaba? ¿Qué pasa cuando no se puede elegir?

El personaje de Luján Fernández Luna es una voz, en segundo plano, que interactúa con los personajes. Por momentos mediante su música y su canto, actúa como la palabra contenida del que no puede expresarse. Desde un aparente segundo plano da un paso al frente, en la escena final, y en primer plano interpela directamente a los personajes y al público con nuevas preguntas, y dudas. Mientras tanto, el escenario es deconstruido: todo es parte de un gran simulacro.


Texto: Verónica Mato

Dirección: Verónica Maro, Fernando Scorsela

Elenco: Susana Souto, Verónica Mato, Luján Fernández Luna

Fotografías: Gustavo Castagnello

Teatro del Museo Torres García. Jueves 21 hs.

Enlace: http://parentesisteatro.blogspot.com/