16 de agosto de 2010

Entrevista con Verónica Perrotta, Pablo Albertoni y Florencia Martinelli: La angustia de la libertad


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El 20 de julio se presentó en única función la obra Nada de dios dirigida por el dramaturgo y director argentino Silvio Lang. Una investigación escénica en torno a la obra poética de Idea Vilariño que reunió en el elenco a Verónica Perrotta, Florencia Martinelli, Pablo Albertoni y Paula Giuria. Sobre los desafíos de la experimentación, el trabajo en torno a los vínculos y el lograr encontrarse como intérprete en ‘los momentos’ de los poemas conversamos con parte del elenco.

¿Cómo surge la propuesta de realizar esta puesta de Silvio Lang en Uruguay y cómo se conforma el elenco?
Verónica Perrotta: Silvio Lang vino a Montevideo a realizar talleres de dramaturgia dancística, Pablo y yo lo conocimos allí y Florencia y Paula ya lo conocían pero ninguno había trabajado con él. Él tenía ganas de hacer algo en Uruguay y en ese momento había comenzado con el proyecto Nada de dios en Argentina. Nos interesó trabajar juntos integrando los aportes de la disciplina de cada uno y prestándonos a lo que era su propuesta. A todos nos convencía trabajar con la poesía de Idea Vilariño, y en el proceso de trabajo se fue dando un descubrimiento que fue hermoso.

¿Cómo fue para cada uno de ustedes el primer acercamiento a la poesía de Vilariño?
Pablo Albertoni: No conocía demasiado su poesía, pero el acercamiento durante el proceso fue vertiginoso. Ensayo a ensayo iba descubriendo en sus versos motivaciones para la escena. Hoy en día para mí su poesía es ineludible, en diferentes momentos del día me vienen sus poemas. Cada poema tiene muchos significados.
Florencia Martinelli: Muchos momentos generados.
V.P: La escena en torno a sus poemas en Nada de dios es improvisada.
F.M: Como es así cada poema en cada ensayo es de una manera diferente.
V.P: El proceso de ensayos hizo que tuviéramos cada poema a flor de piel, entonces están muy presentes todo el tiempo en nuestra vida.

¿La selección de poemas y el orden en el que se dicen fue establecido por Silvio o lo elegían ustedes en cada puesta?

V.P: Hay una estructura previa definida. Silvio eligió los poemas y luego nosotros decidimos cada uno qué poema quería decir. Él planteó un orden, pero en la función puede ser alterado.
P.A: La obra está dividida en tres partes: la primera es una selección de los poemas de Nocturnos, la segunda de Poemas de Amor, la tercera de No. Esos tres capítulos se respetan, dentro de cada uno tenemos el permiso de alterar el orden.

¿Para llevar estos poemas a la escena qué pautas trabajaron para desarrollar la interrelación entre ustedes en la escena?
F.M: Silvio es muy teórico, siempre es muy claro, le otorgó un cuerpo a cada libro. Para nosotros fue claro dentro de qué premisas y parámetros nos movíamos y vamos transitando la obra con esas transformaciones. Nocturnos se relaciona con las ideas de sostén y de urgencia, los Poemas de amor más con la relación y la piel, el mostrarse y dejarse ir en la invitación de la relación. Los No son más reflexivos se asocian al descanso y a la síntesis.
P.A: Los No son como corolarios de lo anterior, son momentos de lucidez que vienen y que se van. Cada momento tienen una forma de estar, un cuerpo. Para cada momento de la obra tenemos mucha información y entrenamos ese tipo de cuerpo con ese tipo de premisa. Si bien improvisamos, al tener esa línea fija de los poemas es una guía de dónde agarrarnos. Tenemos premisas muy fuertes que generan un tipo de intercambio, y con ellas conformamos una comunidad escénica. En el momento de estar en la escena funcionamos de determinada manera, somos conscientes de dónde estamos, por ejemplo en la Zavala Muniz, eso es parte del sistema. Es muy interesante porque genera mucha complicidad en el elenco y nos mantiene todo el tiempo muy atentos y concentrados en ese momento escénico.
F.M: Es muy poderoso y muy frágil a la vez, requiere mucho entrenamiento.

¿Cada uno de ustedes desde su área había trabajado anteriormente con poesía en el teatro?
V.P: Para mí es la primer experiencia.
P.A: Yo hice un trabajo anterior El viento sopla donde quiere con L’arcaza, que utilizaba poesías de Vallejo. Pero no trabajaba de forma tan fuerte como en Nada de dios donde la poesía es lo central. Los poemas son ‘el momento del poema’ y nosotros estamos ahí para sostener ese momento.
F.M: Es la primera vez que trabajo con poesía y a su vez con tanto texto. No es que nunca he hablado en escena, sobretodo hablo cuando improviso. Pero no tengo entrenamiento para ello, en este caso he recibido elogios y críticas. Significó un desafío y un riesgo. Es una obra en la que vas haciendo equilibrio en una cuerdita, es buenísimo tomártelo con la libertad de que es posible el error. Lo hablé con Silvio, es una obra de búsqueda y es posible que falles. A veces te escuchás fallando, es una obra libre en ese sentido.
P.A: Te permite reaccionar y tomar el error como algo a corregir y no como un castigo.
A diferencia de las dificultades de Florencia con la palabra, ¿a ustedes como actores les dificultó la búsqueda de intentar conectar la poesía con los movimientos corporales?
V.P: Al ser el espacio tan vacío y que sean sólo los cuerpos lo que está ahí, que lo único que tengas para dialogar sean poesías, creo que eso va más allá de que muevas el cuerpo o no de determinada manera. En mi caso tenía la paranoia de que iba a hacer todo mal porque mi cuerpo no reaccionaba o no tenía la ligereza necesaria, pero fui encontrando un lugar que tenía que ver con cómo el poema habitaba mi cuerpo y cómo yo habitaba esa escena. Encontrarte en ese lugar te permite decidir sobre tus limitaciones, sobre las cosas que encontrás que están dialogando contigo y con el lugar.
F.M: Creo que tuvo la misma complejidad en el decir y en el trabajo con el cuerpo para todos, porque yo siendo bailarina también trabajé las mismas búsquedas que dice Verónica.
P.A: Yo sentí durante el proceso que las categorías actor-bailarín no surgieron. La premisa era ‘es el cuerpo que tenés y las herramientas que tenés las que están acá’. Entonces si yo me muevo sin tanta elegancia eso nutre al poema y no es algo que haya que nivelar, o las voces en el caso de las bailarinas. Básicamente eran nuestros cuerpos con lo que son, con lo que pueden dar. En el proceso no existió la idea de que éramos dos actores y dos bailarinas.
V.P: Me pasó luego de tener el vestuario y de ver las imágenes de los libros de Idea. Hay escenas en las que uno se va poniendo o sacando ropa, al estar nombrando la escena del amor la idea era ‘este es mi cuerpo en esta situación, no es necesario hacer grandes cosas’, o ‘esta es mi voz dicha al oído de alguien y no es necesario que sea una declamación’. La propuesta se centraba más en el cómo acercarse al otro.

Por la propuesta el ritmo y la dinámica entre ustedes varían en cada puesta. La división en capítulos también determina ese ritmo, ¿lo tienen presente o se dejan fluir?
F.M: Eso tiene que ver con el devenir de la obra, se va dando lo que Silvio llamaba la lógica del momento. A veces la seguimos y otras la quebramos, vamos tomando decisiones en el momento. A veces un poema que es una queja o un grito, de pronto según la lógica de lo que está sucediendo no lo podes gritar y lo tenés que cambiar. Eso va marcando el ritmo, estamos atentos de que nada se instale demasiado.
P.A: Incluso Silvio nos corregía cuando usábamos herramientas típicas de la improvisación como el cambio de ritmo. Para él eso era sumamente artificial y no tenía que ver con lo que teníamos que hacer. Se trataba de estar todos ahí intentando seguir la lógica del momento, estar atentos a ello. También podíamos ponernos en la posición de observador y decidir observar lo que pasaba con los demás, y esa también era una manera de marcar ritmo.

¿En lo que va de las funciones en qué estados se han encontrado que les resultaron novedosos?
F.M: Silvio decía que esta es una obra de afección. Y lo es, porque los poemas dichos tanto por uno mismo como por el otro te llegan a afectar.
P.A: A través de los Fondos Concursables hicimos seis funciones en Salto, tres en la ciudad y tres en pueblos. Para mí el momento de la función es de felicidad. Hubo una función en la UTU de Belén, en el patio, al aire libre en un lugar lleno de pasto y hojas amarillas de otoño y al rayo del sol. En ese entorno se dieron momentos en los que el público se colocó en ese lugar, esa es una función diferente a la de la sala Zavala Muniz. El dispositivo de Nada de dios comprende esto, ubicarte dónde estás y pensar ese cuerpo ideológico y político dónde está y usar eso como herramienta. Depende del entorno y del público.
F.M: Según cómo sean dichos los poemas te van afectando de manera diferente. Muchas veces el mismo poema te afecta de manera diferente, con distinta intensidad en las funciones.

Eso lo determina claramente el poder expresivo de un poema, diferente a cualquier otro texto literario.
P.A: La primera función que hicimos nos marcó. Fue en Villa Constitución en un lugar muy inhóspito. Era un galpón frío de piso de hormigón, barrimos hormigueros del piso antes de empezar. A las diez de la mañana cruzaron los alumnos del tercer año del liceo y al finalizar la función la profesora de literatura se acercó a nosotros emocionada. Ahí tomamos consciencia que trabajamos sobre poemas de alguien que es extremadamente popular, todos nos hablaban de Idea y de lo que les pasaba a ellos con sus poemas. Es una gran responsabilidad trabajar con sus poemas, utilizás las palabras de alguien muy conocido y que significa mucho para la gente.
V.P: Es una de las primeras veces que siento que como actriz estoy haciendo algo que me pertenece tanto. Por momentos he sentido emoción, no hablo de la memoria emotiva, hablo de ser en ese momento el vehículo de algo que toca una fibra tuya y te emociona, porque es algo muy bello aunque nombre cosas muy dolorosas. Se empiezan a levantar otras imágenes que haciendo un personaje no te llegan. En esta puesta no sos un personaje, por más que estés representando algo que no sos vos mismo. Pero sos vos con tu vida y tu historia diciendo algo en ese momento que provoca otras cosas en el otro. Algo que se hizo muy personal para cada uno, en ese momento te conmueve y te habita.
F.M: De alguna forma todos conocen algo de la poesía de Idea.
V.P: Lo mundano de su forma de escribir fue algo que a mí me atrajo mucho. Decir las cosas con un lenguaje cotidiano, que sea una declaración, o una despedida, o algo tan potente con esas palabras cotidianas.
P.A: A mí me parece increíble el lugar en dónde coloca el amor. Eso cambió mi forma de pensar. Con Silvio hablamos acerca de sí había tristeza o dolor en sus palabras. Silvio sostenía que no lo hay, en todo caso una aceptación, un estado posterior a eso.

¿Y a ustedes qué les parece?
P.A: En un inicio veía dolor en sus palabras, pero con el tiempo entendí que no. Creo que ubica al amor en un lugar práctico, concreto. Tiene que ver con lo mundano, aleja al amor de un sentimiento inalcanzable e inexplicable y lo coloca en cuestiones prácticas.

¿Cómo trabajaron sobre el erotismo en las relaciones?
F.M: Trabajamos mucho sobre la piel y el mostrarse y el ofrecer sostén al otro. Trabajamos sobre el amar lo que viene, dar sostén a lo que venía. Es parte de lo que se dice, los cuerpos están disponibles para esa poesía, el erotismo surgió naturalmente.
P.A: No fue una premisa concreta.
V.P: No es sólo lo que ves, sino lo que le planteás al otro que querés que vea, entonces hay un juego de seducción en la escena. Podemos plantear un vínculo en un momento y de repente puede ser que te abandonen en la escena. De pronto no querés quedarte solo en la escena y tenés que apelar a ello.
F.M: Eso tiene que ver con la búsqueda de la intimidad.
P.A: Depende de las zonas de la obra, los Nocturnos y los No son más solitarios, buscan menos el vínculo, pero los Poemas de amor tienen un destinatario, siempre están dirigidos a alguien. Los Nocturnos son reflexiones, quejas no dirigidas a nadie en particular. Los No son reflexiones. Los Poemas de amor tienen el relacionarse en su ADN.
V.P: Hay algo que tiene que ver con el tiempo del otro. Puede ser que el otro caiga en un momento donde no lo podés asimilar y eso se frustra. Eso está permitido que suceda, es parte de la lógica.
La escena está despojada, hay pocos elementos relacionados a la imagen de Idea, ¿los eligieron inspirados en aquellas fotos?
V.P: Ese es un trabajo de Victoria Esquivel, la diseñadora, que aportó esa ropa. Nosotros tenemos cada uno un vestuario posible. Es un juego de la escena y en ese caso no entiendo que remita a un afuera o a una historia real.
P.A: Hay muchas fotos de Idea Vilariño de tapado. Eso se relaciona con lo mundano, la necesidad de lo real.

El título de la obra Nada de dios se relaciona a una frase de Idea que escribió antes de morir ¿qué resonancias ven en ese título?
F.M: El título genera una reflexión. Lo eligió Silvio, está claramente en la obra, es un sin centro. En la obra somos una comunidad y no hay centro, no hay Dios. Silvio como director no se coloca en un lugar jerárquico, es una comunidad igualitaria. Esa idea está presente en la obra, en la poesía y en la escena.
P.A: Es esa angustia de no tener a nadie a quien responder, la angustia de la libertad. Eso se ve más presente en la zona de los No, la última parte del espectáculo. Ahí hay dos o tres poemas que reflexionan concretamente sobre la falta de centro: “Qué horror si hubiera dios y si esas dos estrellas pequeñas parpadeantes y gemelas fueran los dos ojitos…” hay una idea clara de terminar sin centro.

¿Piensan reponer la obra en algún momento?
F.M: Seguramente el año que viene. Nos gusta poner a andar este dispositivo y transitar por la cuerdita floja, es una obra que nos desafía.

Nada de dios
Textos: Idea Vilariño
Dramaturgia y dirección: Silvio Lang
Elenco: Florencia Martinelli, Paula Giuria, Pablo Albertoni, Verónica Perrotta.
Fotos: Iñigo Solano