11 de enero de 2010

Chaika: Cruce de miradas

Hay algo en el telón del Ateneo Popular que magnetiza. Los silenciosos (y no por eso menos majestuosos) momentos en que asciende para descubrir su amplio y despojado espacio en la puesta de Chaika, concentran la atención en escenas claves, que desarrollan el vaivén de los estados anímicos de los personajes. El propio espacio teatral, desde el escenario hasta el hall de entrada, es el eje de la construcción de esta puesta siendo el albergue de un constante cruce de miradas que trascienden las resonancias del texto clásico. Así como en el movimiento de ese antiguo telón, hay algo en esta relectura de la directora Mariana Percovich sobre La Gaviota de Chéjov que nos mantiene en suspenso. Y no se trata de un suspenso estéril, sino de un tiempo necesariamente suspendido para observar y descubrir qué se nos dice en ese cruce de miradas entre personajes actuales, propuestos por Chéjov hace ya más de un siglo.

¿Por qué Percovich eligió versionar La Gaviota? ¿Por qué trasladar aquel contexto ruso de finales del siglo XIX a la actualidad teatral de Uruguay? La directora trabajó a fines de 2009 junto a la nueva generación de egresados de la Escuela de Arte Dramático (EMAD) la dramaturgia y la puesta en escena de Tres Hermanas, experimentando sobre las resonancias y las relecturas de la dramaturgia de Chéjov. Como es su característica, a la hora de pensar en el montaje realizó la escenificación en un espacio no convencional: una casona antigua en el barrio Peñarol. Desde ese espacio la directora junto al grupo de actores exploró sobre las posibilidades de versionar este clásico, creando dos puestas disímiles pero montadas contiguamente bajo el mismo techo y sin perder la guía de Chéjov. Ambas versiones respetaron el espíritu de Tres Hermanas y demostraron la trascendencia del clásico, más allá de su formato textual. Además descubrieron la posibilidad no ilógica de la convivencia perfecta entre formas estéticas muy diferentes y hasta para muchos irreconciliables.

La primera puesta titulada Tres Hermanas mantenía los personajes del original y sus diálogos, apeló a un vestuario acorde a la ambientación espacio-temporal definida por Chéjov, y utilizó los ambientes de la vieja casona funcionalmente para ubicar en el contexto en el que se desarrollaba la acción a los personajes y al público. La segunda versión llamada Cuatro Mujeres tomó el texto como eje pero logró despegarse de la forma clásica, acercándolo a un tiempo incierto, más contemporáneo. La versión prescindió de los personajes masculinos pero los hizo fuertemente presentes en escena en alusiones e imágenes que actuaron como vínculos y resonancias sobre los personajes femeninos (como la gran pila de botellas de bebidas alcohólicas, ocultas por una sábana y descubiertas por la pequeña Irina en uno de los cuartos, que remitían claramente a su hermano Andrei). El grupo decidió desdoblar, con un efecto emotivo muy fuerte, en dos actrices a los personajes de Masha y Natasha para adentrarse desde otros puntos de vista en su compleja construcción. La puesta recorría los espacios de forma de hacerlos vivos, como parte y presente significante indispensable para cada escena: uno de los momentos más vívidos por las hermanas y su cuñada es el que el elenco desarrolló en la cocina, mezclando naranjas con sueños utópicos. En definitiva, como adelantaba el programa de mano, el proyecto conformó un solo espectáculo, en una casa real, presentando dos versiones de una misma historia. Es que la historia prevalece, y a partir de la estructura dramática tan fuerte de Chéjov es que Percovich se permite explorar.

En esa búsqueda en torno al autor ruso la directora se detuvo especialmente en La Gaviota, texto que reflexiona sobre el propio teatro y sus formas. Sin perder jamás de vista el cruce dinámico de visiones, entre la vieja guardia y la sangre nueva, y entre las relaciones del ser y el estatus que atraviesan La Gaviota, Percovich decidió concentrar los conflictos en menos personajes, trasladando parlamentos de unos a otros para, en algunos casos, no perder las fortalezas del original. Para trabajar en él conformó un elenco que la acompañara en la tarea de hacer y pensar el teatro. Tanto como el propio Chéjov, esta versión plantea a su público más preguntas que respuestas. Mediante la elección de los actores la directora articuló un interesante acercamiento de aquellos viejos y eternos conflictos a la escena local actual, colocando al propio teatro como protagonista principal.


Teatro: un texto, actores, un espacio y su público




En Chaika los personajes exponen sus deseos más íntimos, ya sea desde el silencio como desde la expresión directa. Esos sueños e ideales de personajes dedicados a la escena son perfectamente contenidos en el espacio íntimo de un pequeño teatro. Así lo entendió la directora que redescubrió un antiguo teatro cercano a la rambla, la sala Ateneo Popular (ex teatro La Máscara), haciendo que actores y público se apropien de él y recorran todos sus rincones. Este trabajo sobre el espacio, característico de las puestas de Percovich, incluye al público más que nunca en su rol activo y visible, como parte integrante del hecho que observa. En Chaika el público comparte los espacios con los personajes: como espectadores frontales de una representación teatral, como observadores privilegiados de lo que ocurre tras bambalinas, como integrantes por momentos del fuera de escena y por otros como su centro. Una decisión final que apela al acercamiento. Es que Chaika se trata de eso: de acercarse y acercar un texto clásico mediante la forma y la apropiación del contenido para hacerlo sentir más vivo y más claro, aún vigente.

Parte de ese acercamiento es logrado con la introducción de referencias sobre el teatro local, y el traslado de ciertas características de los actores que encarnan a los personajes en pasajes del texto. Así Gloria Demassi encarna con soltura a Arkádina, la actriz de renombre representante de un tipo de teatro más cercano a lo clásico, madre de Treplev (Gabriel Calderón) un joven dramaturgo que intenta introducir nuevas formas, a pesar de los ideales sobre el teatro que pregona su madre. El texto de la obra escrita por Treplev que es escenificada (que será rechazada por los representantes de las viejas formas) fue escrito especialmente para esta puesta por el joven dramaturgo Santiago Sanguinetti. Para estos personajes, como para estos actores, el teatro es su forma de vida y aquellas discusiones entre escuelas planteadas por Chéjov hace mucho tiempo, parecen no ser tan ajenas a las que pueden plantearse en la escena uruguaya de hoy.

El elenco se completa con la presencia del profesor (Ramiro Perdomo que luego de un largo tiempo dirigiendo e impartiendo clases de teatro, regresa a su rol de actor) en una entrañable y fresca interpretación, la ingenuidad de una Nina encarnada por Gimena Fajardo en sus arrebatos pasionales, la soberbia de Trigorin (interpretado por Gustavo Saffores), la fuerza de Verónica Matto que compone con su habitual presencia escénica a Masha en sus titubeos e insatisfacciones eternas y el Sorin de Carlos Sorriba, que despierta la risa con sus historias tan extrañas como interminables.

Es una preocupación de Percovich investigar y lograr apropiarse del sentido de los textos de autores clásicos junto a su elenco. Una dinámica de trabajo que se propone dialogar en torno a la comprensión grupal del universo del autor, de los disparadores del texto, para acercarse de forma más libre a su esencia. Así lo hizo en sus recientes trabajos con Marguerite Duras (Playa desierta) y Federico García Lorca (Bodas de sangre), por ejemplo, como lo había hecho tiempo atrás con Lewis Carroll (Alicia Uderground) y Sófocles (Yocasta). En ese planteo grupal el elenco define una posición desde la que logra acercarse y acercar a Chéjov. Incorporando elementos de humor, con referencias locales (se habla sobre un ideal Punta del Este, sobre la inconclusa carrera de Calderón en la Emad, entre otros guiños), ese acercamiento se hace latente.

Observando varias reacciones que la versión ha despertado, sustentadas en cierta incomodidad que nada tiene que ver con el trabajo que se realiza sobre el texto, así como las que provocó su adaptación de Bodas de Sangre, los conflictos chejovianos planteados en el seno de La Gaviota no parecen ser tan lejanos a nuestra realidad. La elección de trasladarlos a este teatro cercano a la rambla es un acierto poco inocente, que coloca en el centro un cruce de miradas que va más allá del propio texto. El desenlace elegido por Chéjov para su texto, nos deja sin aliento. En Chaika esa resolución se respeta, y sin la salida de actores a quien aplaudir. Sólo queda abandonar la sala con muchas preguntas rondando en la cabeza.

Chaika
Autor: Antón Chéjov
Dirección: Mariana Percovich
Elenco: Gloria Demassi, Gustavo Saffores, Gabriel Calderón, Carlos Sorriba, Gimena Fajardo, Verónica Matto, Ramiro Perdomo.
Teatro: Ateneo Popular (ex teatro La Máscara) Río Negro 1180 esquina Maldonado

Reestreno previsto para febrero de 2010